Hace algunos años, participé de un taller cuyo propósito era enseñarnos sobre un modelo educativo específico de gran valor y utilidad para ciertos sectores de nuestra sociedad, aunque aplicables a gran escala. Modelo cuyo énfasis es crear ciudadanos productivos, emprendedores y sustentables. Estos ciudadanos impactarían positivamente su entorno inmediato y, como efecto de mariposa, su país.
En un punto del taller, la Conferenciante detuvo abruptamente todos los procesos, colocó alfombras y almohadas en el piso de manera circular, bajó el nivel de luz del lugar y puso música instrumental relajante a volúmenes muy tenues. Nos invitó a formar parte del círculo. Debíamos acostarnos de manera plana sin cruzar ninguna extremidad. Seríamos guiados en una meditación de la cual ella sería la líder.
Como suelo hacer, me incluí en el proceso, aunque internamente no participé. Teniendo algún conocimiento previo sobre la cosmovisión de la líder, pensé en la posibilidad de que se incurriría en algo que va en contra de mi visión cristiana. Quise ver qué es lo que ella pretendía y hacia dónde nos dirigiría en este proceso. Nos invitó a tener los ojos cerrados, hubo respiraciones rítmicas y conteos. Paulatinamente, dirigió al grupo a entrar en lo más profundo de nuestras almas para ver cómo éramos. Invocó personas de nuestro pasado, ángeles que alegaba estaban cerca y hasta nos mandó a sentarnos en una banca junto a Jesús. Pidió que viéramos nuestra niñez en una gran pantalla de cine, junto al abrazo de Jesús quien no nos soltaba. Debíamos buscar las heridas de nuestro pasado y luego perdonar. Sus palabras nos alentaban. Decía que éramos capaces de sanar nuestras propias heridas. Fue muy curioso como muchos de los allí presente, luego del conteo regresivo final, juraron que experimentaron realmente todo lo que la tallerista ordenó que viéramos. Incluso perjuraban que la sanación había sucedido. Acababa de observar una meditación guiada.
¿Qué nos dice la Biblia?
En su libro, “Prayer”, Timothy Keller argumenta y dice: “ Las personas que meditan se convierten en personas de substancia que han ponderado bien sus creencias y tienen convicciones profundas, que pueden explicar conceptos difíciles en lenguaje simple, y que tienen buenas razones detrás de todo lo que hacen.” 1
Parece ser que este autor, pastor principal en Redeemer Presbyterian Church en Nueva York, considera que el Cristiano necesita meditar. Lo ve como una disciplina espiritual muy arraigada a la oración. Por eso dedicó todo su libro a expandir el concepto de la oración/meditación bíblica.
Ciertamente, si leemos la Palabra, nos encontraremos con textos como el siguiente, que nos insta a lo mismo:
“Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los malvados, ni se detiene en la senda de los pecadores ni cultiva la amistad de los blasfemos, sino que en la ley del Señor se deleita, y día y noche medita en ella. Es como el árbol plantado a la orilla de un río que, cuando llega su tiempo, da fruto y sus hojas jamás se marchitan. ¡Todo cuanto hace prospera!” (Salmo 1:1-3) (Énfasis suplido.)
¡Parece ser que la Biblia nos invita a meditar! Esto debería ser el fin de éste artículo, ¿cierto? Sin embargo, hay varias preguntas que surgen inmediatamente las cuales debemos entretener en nuestras mentes. Hagamos sentido de todo esto.
¿Existen más de un tipo de meditación?
Si el Salmo al igual que lo que interpreta Timothy Keller es cierto, la meditación es algo específico. No es lo que deseemos que sea. Pero eso no parece ser lo que experimentamos en el mundo. Al analizar el concepto de meditación, la acción parece depender de la persona o su transfondo.
Según la Real Academia de la Lengua Española, en su diccionario del 2005, la meditación es:2
Si nos dejamos llevar por la definición anterior, vemos que meditar es poner algún tópico específico en nuestra mente y pensar profundamente sobre el mismo. Reflexionando cuidadosamente el contenido de ese tópico. Si comparamos esa definición con lo que el Salmo 1 nos invita a hacer, notamos que es precisamente lo mismo. El Salmo nos llama a reflexionar en las implicaciones que la Palabra de Dios tiene sobre nuestras vidas: nuestros pensamientos, acciones, reacciones, vocabulario, vestimenta, gustos, música que escuchamos, relaciones interpersonales, entre otras… Sabemos que esto es lo que nos invita a hacer el Salmo por su conclusión: “Cuando llega su tiempo, da fruto y sus hojas jamás se marchitan. ¡Todo cuanto hace prospera!” Poner la Palabra de Dios como la fuente guía de nuestra vida, ¡nos lleva a ser como ese árbol cuyas hojas jamás se marchitan!
Sin embargo, cuando estudiamos otras cosmovisiones, como el Budismo, Hinduismo, Taoísmo, Rastafarismo, Nueva Era, entre otras… vemos que lo que quieren decir por meditación no es necesariamente lo que la Biblia define, y la RAE concuerda, que es meditación. Podríamos hacer un listado muy extenso de los tipos de meditación. En vez incluiré las tres grandes categorías en la que los diversos tipos de meditación pueden ser incluídos:
1. Meditación de Atención Enfocada:
Se enfoca la atención en un sólo objeto. Éste puede ser la respiración, un mantra, visualización, parte del cuerpo, objeto externo, entre otros. Se supone que poco a poco la persona logre enfocar sólo el objeto, y desaparezca de su mente todo lo demás. Esto lo observamos en el Budismo, Nueva Era y otros.
2. Meditación de Monitoreo Abierto:
Aquí en vez de enfocarse en un solo objeto, se mantiene la mente abierta a toda la experiencia de la meditación. No se juzga lo que está sucediendo ni se apega a un solo evento u objeto. Se está consciente de lo interno (pensamientos, sentimientos, recuerdos, etc…) o externo (sonidos, recuerdos, etc…). Se reconocen y se observan por lo que son. Es el proceso de obviar reaccionar. Simplemente se contempla todo a la vez, sin enfocar en un objeto en específico. Esto lo practican en el Taoísmo, Vipassana, entre otras.
3. Presencia Ligera:
La atención, en esta, no se enfoca en nada. Se apoya o descansa en la propia meditación. Es un proceso silencioso, vacío, perseverante e introvertido. El participante se adentra en sí mismo, buscando elevar su nivel de consciencia y de presencia. Este tipo es practicado por el Taoísmo, Hinduismo (Yoga), Budismo (Yoga) y Jainismo (Yoga).
Cuando vemos estos tres tipos notamos que el enfoque es un objeto externo, todo a la
vez o intimar con el “yo”. Esto va en oposición a la meditación bíblica de enfocarse en el
contenido de la Palabra de Dios y reflexionar profundamente sobre lo que ésta dice.
¿Hay algún problema en practicar otro tipo de meditación no-bíblica?
El riesgo está en dejar que transforme nuestro ser. Nuestra mente necesita ser transformada. En esto, todas las meditaciones están de acuerdo. Pero cuando el enfoque de nuestra meditación no es en el único Dios viviente, vamos a permitir que otra cosa sea lo que nos transforme. Así no lograremos transformar nuestra mente hacia la voluntad de Dios, pues el objeto de nuestra meditación está apartado de Dios.
Por ejemplo: En la meditación de Presencia Ligera, nos enfocamos en nuestro interior (Alma). Es en ella que descansamos y nos apoyamos. ¡Sin embargo, es precisamente eso lo que necesita ser transformado! Si se considera que somos buenos en nuestro interior, hace sentido que busquemos respuestas en nosotros mismos. Pero si la verdad bíblica nos dice que estamos dañados y nuestro corazón está inclinado hacia el mal (pecado), apoyarnos y descansar en nosotros mismos se torna peligroso. Buscaríamos una trascendencia partiendo de algo dañado, por lo que el resultado será algo dañado también. Pecado elevado sigue siendo pecado. Por esto:
- La meditación Bíblica consiste en conocer quién es Dios. Ese conocimiento nos llevará a conocer quienes somos nosotros — a la luz de la identidad (carácter) de Dios.
- La Biblia nos revela ese Dios Trino de manera clara en Jesús. El verbo que se hizo carne y habitó entre nosotros (Juan 1; Colosenses 1:15-23; 1 Juan 1:1-4).
- Entonces, la revelación más completa que tenemos de Jesús, viene de las escrituras (2 Timoteo 3:15; Juan 5:19-47; Lucas 24:25-27).
Cuando en Romanos 12 se nos exhorta a transformar nuestra manera de vivir al transformar nuestra manera de pensar, está enmarcado en estas tres verdades bíblicas. En Romanos 1-11, Pedro lo que hace es establecer quién es Dios, quiénes somos nosotros, quién es Jesús y qué representa lo que hizo. Basado en esas verdades que definen la realidad para el cristiano, al meditar y profundizar en ellas, es que nuestra mente y vida es transformada. Por eso Pablo ora así en Efesios 1: 15-23 (énfasis añadido):
Por eso yo, por mi parte, desde que me enteré de la fe que tienen en el Señor Jesús y del amor que demuestran por todos los santos, no he dejado de dar gracias por ustedes al recordarlos en mis oraciones. Pido que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre glorioso, les dé el Espíritu de sabiduría y de revelación, para que lo conozcan mejor. Pido también que les sean iluminados los ojos del corazón para que sepan a qué esperanza él los ha llamado, cuál es la riqueza de su gloriosa herencia entre los santos, y cuán incomparable es la grandeza de su poder a favor de los que creemos. Ese poder es la fuerza grandiosa y eficaz que Dios ejerció en Cristo cuando lo resucitó de entre los muertos y lo sentó a su derecha en las regiones celestiales, muy por encima de todo gobierno y autoridad, poder y dominio, y de cualquier otro nombre que se invoque, no solo en este mundo, sino también en el venidero. Dios sometió todas las cosas al dominio de Cristo, y lo dio como cabeza de todo a la iglesia. Esta, que es su cuerpo, es la plenitud de aquel que lo llena todo por completo.(Énfasis suplido).
Distinto a la Presencia Ligera, en los otros dos tipos de meditación que presento aquí, ¡se busca paz y armonía: ¡Interna y con el exterior! Sin embargo, para el Cristiano es sabido que el practicante de estos otros dos tipos se enfoca en algo que no puede sostenerle en paz. No por mucho tiempo, de todos modos. Solo una fuente infinita de paz, puede sostener una verdadera paz sin fin: ¡Sólo en Cristo! (Filipenses 4:7)
En contraposición, cuando el enfoque es la Palabra de Dios, nuestro corazón es transformado constantemente por el Espíritu de Dios. Veremos que nuestro corazón está dañado y que no podemos confiar ni tan siquiera en él — entiéndase, nosotros. Entonces nuestra mirada se tornará hacia Aquel cuyo camino es siempre correcto: Jesús. No sólo para ser transformados, sino que ahí hallaremos verdadera paz.
¿Cómo alcanzamos la trascendencia de nuestro ser?
La verdadera trascendencia de nuestro ser es estar en una relación plena con el Ser más maravilloso existente. Una relación con Dios es lo que todos nuestros corazones anhelan en lo más profundo. Algunos se pierden y confunden ese anhelo puro por cosas de éste mundo o prácticas incorrectas. Sin embargo, lograr la verdadera trascendencia es llegar a la santidad.
La meditación Bíblica es la que nos impulsa hacia esa santidad que tanto necesitamos. La meditación extra-bíblica no lo puede lograr, pues comenzaremos a relativizar entre lo que es bueno y no, puesto que el enfoque sería el “yo” interno. Ahí desaparecen los absolutos, pues dependemos de cada cual. Todo se torna relativo. Sin embargo, en un mundo relativo la verdad no existe. Intuitivamente sabemos que la verdad sí existe; por lo tanto, hay una manera incorrecta de meditar.
El Cristiano, quien debe anhelar y buscar la santidad por medio de la obediencia a Dios, debería meditar como nos insta el Salmo 1. La Palabra de Dios nos exhorta a hacerlo, pero de manera muy específica: en la propia Palabra de Dios. Cuando lo hacemos, observamos cómo Dios transforma las personas. No son transformadas por ellos mismos u otra persona que les dirige. Necesitamos la transformación que produce el Espíritu Santo en nosotros. Sólo esa transformación divina, será perduradera y buena para nosotros.
Por eso, podemos concluir que nos conviene meditar en la Palabra de Dios y no en prácticas alienígenas al Cristianismo. Hacerlo correctamente proveerá rasgos en nuestro carácter como lo son: el amor, gozo, paz, paciencia, humildad y dominio propio.
La meditación bíblica rinde esos frutos porque ¡ahí quien nos dirige es el Espíritu Santo!
Fuentes:
1. “Prayer Experiencing Awe and Intimacy with God” © 2014 Timothy Keller, Publicado por: Penguin Books – Traducido por
nosotros en Verdad y Fe.
2. Real Academia de la Lengua Española, según diccionario disponible en wordreference.com. Visitado el 10 de junio de 2017.
3. “TYPES OF MEDITATION – AN OVERVIEW OF 23 MEDITATION TECHNIQUES” Autor: Giovanni.
Publicado en: liveanddare.com/types-of-meditation/ según leído el 10 de junio de 2017
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