¿Verdaderamente Dios «se quedó sin pruebas»?

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Recientemente, salió un artículo titulado «El ‘Dios’ que se quedó sin pruebas«, en el cual se argumentan algunas presunciones erradas sobre el teísmo. Nos encantaría poder responder a algunas de estas posturas a la luz del Cristianismo.

Para efectos de cantidad de contenido, nos enfocaremos en los argumentos principales del artículo. Veamos.

El artículo dice:

La adoración a un dios o a “Dios”, en su acepción cristiana o musulmana, o en sus miles de diferentes versiones rituales y devocionales, o su mera creencia, por intuición, certeza de fe o ejercicio emocional, es una construcción cultural que mucho depende del contexto geofísico e histórico donde se origina.

Sobre este punto, hay dos cosas que queremos exponer.

Primero: aunque la localización y cultura de dónde nacimos influye en nuestras creencias, no las determina. Lo que racionalmente podemos concluir sobre aseveraciones como ésta es que muchas personas, incluyendo ateos (en países como Japón y China, por ejemplo – y otros que se mencionan al final del artículo), adoptan las creencias de aquellos más cercanos. No dice nada sobre la verdad de las creencias.

Segundo, la verdad de la creencia es más importante sobre cómo se llega a tal creencia. El hecho de que alguien haya aprendido las tablas de multiplicar memorizándolas, no dice nada sobre si son verdad o no, sólo de cómo fueron aprendidas: a través de la memoria. De igual forma, el Cristiano puede decir que es Cristiano porque sus padres creían en Dios, pero eso sólo nos dice cómo fue que la persona llegó al Cristianismo, no si el Cristianismo es cierto o no. El asunto de la veracidad de la creencia es otra cosa aparte. En nuestro artículo titulado ¿Nuestras creencias son el resultado de dónde nacimos? explicamos:

[…] la transmisión de la creencia (cómo llegamos a creer) no tiene que ver con la veracidad de ella. En el caso del Cristianismo, los reclamos de las verdades que hace pueden ser probados y verificados como ciertos y por eso lo creemos. El hecho de que hayan personas que creen que el Cristianismo es cierto porque sus padres les enseñaron no dice nada sobre si el Cristianismo es cierto o no – ni siquiera habla sobre la existencia de Dios – sólo dice cómo esas personas llegaron a creer.

Por lo tanto, aunque las creencias de las personas pueden ser influenciadas por su localización geográfica y la cultura que le rodea, habría que ver primero si son verdad (o no) antes de descartarlas. Decir: «Tú crees en Dios porque naciste en un país Cristiano» no es un buen argumento para decir que la creencia en Dios es «una construcción cultural,» porque no depende de culturas.

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El artículo dice:

De hecho, el método científico es un instrumento regulador, si se quiere. Ese principio regulador implica una revisión crítica de sus hallazgos. Dicho de otro modo, la ciencia es un ejercicio que plantea probabilidades, no formula dogmas.

Pero esas probabilidades, producto del rigor científico, nos ofrecen la certeza del camino, hacia un nuevo y acumulativo conocimiento POR OBSERVACIÓN, no por idealización creativa.

“Dios”, con todos sus nombres posibles, no es un objeto orgánicamente observable. Ninguno de nuestros cinco sentidos ha servido para captar siquiera un indicio de su existencia.

Aunque Dios no sea «orgánicamente observable», eso no significa que no existe.

Las pruebas de la existencia de Dios, más allá de ser científicas, son filosóficas. Por esta razón, es importante recordar que la ciencia no es la única forma de llegar al conocimiento de la verdad, ¡aunque es una muy útil y buena! Hay cosas que se pueden saber como absolutamente certeras que la  misma ciencia no puede explicar, ni probar, ni medir, ni experimentar sobre ellas.

Aunque las pruebas para la existencia de Dios son (primordialmente) filosóficas, se utiliza la ciencia para apoyar los reclamos que se hacen.

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El artículo dice:

Parece que [Dios] existe como abstracción poética, y como mecanismo de sublimación del miedo a la enfermedad, la soledad y la muerte.

La creencia en Dios provoca precisamente lo opuesto del «miedo a la enfermedad, la soledad y  la muerte.» En Dios podemos encontrar esperanza para enfrentar las enfermedades (Juan 11:4), confianza para pasar la soledad (Mateo 28:20b) y gozo para enfrentar la muerte (Filipenses 1:21). Si alguien cree en Dios por miedo, esa persona cree más en su miedo que en Dios. ¡El temor a Dios que se expresa en el Cristianismo no tiene que ver con miedo!

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El artículo dice:

El problema fundamental de la creencia en “Dios”, aún sobre su propia improbabilidad, es su institucionalización religiosa. Ciertamente, nuestras sociedades han colocado a iglesias y congregaciones proselitistas en posiciones hegemónicas, permitiendo ejercer el rol de “influencers” de las costumbres y tradiciones, la educación, el arte y el derecho.

Dicho rol ha logrado perpetuarse, a pesar de la evolución del conocimiento humano, a través de una de las estratagemas mejor diseñadas en la historia política: la separación de iglesia y estado.

Esa “separación” constitucional, representa un contrato que pretende regular la acción de dos poderes con igual validación social: el poder “espiritual” y el poder “temporal”. Esa validación, sin embargo, es de naturaleza religiosa, al reconocer una dimensión distinta a la natural (“temporal”) en el ejercicio del poder.

Varias cosas:

  1. Como mencionamos antes, la creencia en Dios no es «improbable», sino razonable.
  2. Aunque han habido (desafortunadamente) muchísimos ejemplos de abuso de poder religioso, la realidad del asunto es que la acción social de parte de entidades religiosas ha sido más benéfica a la sociedad que cualquier otra institución. Desde ayuda a deambulantes, hasta los esfuerzos por ayudar al problema de drogadicción de diversos sectores y comunidades – las instituciones religiosas se mantienen relevantes y necesarias.
  3. El Cristianismo no depende del comportamiento ni de la forma de ser de sus seguidores/líderes. Desde la Cruzadas y la Inquisición, hasta papas malignos y los hipócritas de la iglesia de la esquina – alguien hizo algo para que no se pueda creer en el Cristianismo. Pero fundamentar las verdades de Cristianismo en el carácter y comportamiento de los Cristianos – especialmente un mal Cristiano – es un error. La veracidad del Cristianismo no es determinada por cómo se comporta alguien que dice ser Cristiano, sino en los argumentos que apuntan a la existencia de Dios, la realidad de Jesús, y Su resurrección.

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Podría argumentarse que muchas leyes del Estado contravienen esa influencia religiosa, pero no lo es por virtud de esa “separación”, sino como consecuencia del avance del discernimiento racional impulsado por la ciencia.

El desciframiento del código genético, el descubrimiento del “bosón de Higgs” o “partícula de Dios”, la avanzada de la ciencia genética y el planteamiento psicosexual de género han minado las columnas teológicas de las iglesias y de la religión institucionalizada. La consigna desesperada es buscar adaptar sus credos a la imparable revelación de “misterios” provocada por la ciencia.

El hecho de que podamos entender cómo funciona todo dentro del universo no significa que no existe un Dios que lo diseñó para que funcionara de esa manera. De hecho, en el primer ejemplo del artículo (sobre el código genético), quién trabajó con el proyecto del Genoma Humano fue Francis Collins, un Cristiano, ¡que en su libro escribe sobre cómo el genoma humano le habla de Dios!

Así, vemos muchísimos científicos que desarrollaron teorías científicas y avanzaron el conocimiento gracias a su fe en Dios, como: Isaac Newton (leyes de gravedad y movimiento), Georges Lemaître (quién propuso la teoría del «Big Bang»), Johannes Kepler (leyes sobre movimientos planetarios), Galieo Galilei (proponente de la teoría heliocéntrica), Andrew Pinsent (quién ayudó a desarrollar el «Large Electron-Positron Collider» en las facilidades de CERN), y – muy interesantemente – Sir Francis Bacon, ¡quién propuso y popularizó el método científico!

La realidad es que «la imparable revelación de ‘misterios’ provocada por la ciencia» lo que hace es hacer el caso a favor de Dios mucho más fuerte.

La ciencia y el Cristianismo no son contrarios, son complementarios.

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El artículo dice:

La fe es un argumento cansado, contranatural. La pretensión de rehuir de la crisis teológica de sus instituciones mediante la arbitrariedad intelectual de sus credos parece perder su poder de persuasión.

La fe bíblica – la verdadera fe – es una función de nuestra razón. La palabra pistis (que se traduce como «fe») significa «confianza.» ¿Cómo es que la fe es una función de la razón? Sencillo: antes de confiar, se necesitan razones para confiar.

En otras palabras, hace falta tener evidencia de que algo es confiable para que podamos poner nuestra confianza en ello. Por eso es que los médicos – por poner un ejemplo – enmarcan y exhiben sus certificados de doctor y sus honores: para presentarse confiables o dignos de tener tu confianza. Es decir, para que se pueda tener fe en ellos.

Por lo tanto, cuando algo se ha demostrado ser confiable, es completamente lógico y razonable poner tu fe (confianza) en ello. Esto requiere uso de nuestra razón y de nuestro juicio para determinar qué es verdaderamente confiable.

Por lo contrario, la fe ciega (que es la creencia a pesar de evidencia de lo contrario), no es bíblica – ¡ni apoyada por ella! Lo opuesto de fe no es la razón, es la incredulidad. De la misma forma: lo opuesto de la razón no es la fe, sino la irrazonabilidad.

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El artículo dice:

No es casual la estrategia proselitista de cazar conciencias desinformadas, alimentando el miedo a la desposesión, la enfermedad, la soledad y la muerte. Es de todos conocida la estrategia de reclutamiento del extremismo islámico, asociando a Alá con sus objetivos militares de control político en el Medio Oriente.

Un estudio del consorcio internacional WIN/GIA ha presentado estadísticas muy elocuentes sobre lo que parece un declive global de la religión. En el escalafón mundial de personas identificadas como ateas convencidas, China lidera la estadística con un 49.9% de la población. Japón y la República Checa le siguen con cerca de un 39% de sus ciudadanos. Una quinta parte de la población francesa es atea, seguida muy de cerca por Australia. En Islandia se repite la estadística francesa, con una quinta parte de la población. Interesantemente, 0.0% de jóvenes islandeses, menores de 25 años, creen que Dios creó el mundo. Según estadísticas de 2010 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía de México, país católico tradicionalista, un 4.9% de la población es atea, comparado con apenas un 0,6% en el 1960 y 3.5% en el año 2000

Pocos saben que, en su último año como presidente, Barack Obama impulsó una enmienda para redefinir el alcance del principio constitucional de libertad de culto, extendiendo su protección al no creyente. No solo reconoció la importante aportación de ateos y agnósticos al desarrollo social, cultural y científico de Estados Unidos, sino que estableció las bases para una mejor convivencia ciudadana entre creyentes y no creyentes.

Una nueva era sin lastres supersticiosos se abre paso en nuestras sociedades. “Dios” se sigue quedando sin pruebas.

Tal parece que el asunto del artículo trata con probar que la influencia de los valores religiosos en las diferentes áreas de la sociedad están disminuyendo. Esto se intenta a través de algunas aseveraciones que le echan duda a la veracidad del Cristianismo (entre, tal vez, otras religiones más). Sin embargo, al eliminar las dudas sobre el Cristianismo, podemos ver que los valores centrales del Cristianismo son -precisamente- con los que una sociedad mejoraría. ¿O será que el amor, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, templanza, y justicia (entre otros) no deben tener parte de una sociedad? Aunque han habido malísimos representantes del Cristianismo, también han habido más excelentes usualmente tras bastidores, y sin la publicidad que usualmente tienen los que cometen errores (y horrores) en nombre de Dios.

Pero esto no significa que Dios se está quedando sin pruebas. Dios sigue existiendo aunque nadie crea que Él existe. ¿Qué Sus seguidores pueden hacer un mejor trabajo? ¡Sin duda! Nadie es perfecto y no es realista esperar eso de alguien que dice que es Cristiano. El cristianismo no es un museo de perfección, es un hospital de personas que reconocen que hay algo dentro de cada uno de ellos que busca un significado que no está en la sociedad, en la cultura, ni en la ciencia.

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¿Cómo yo sé cuál religión es la correcta?

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