Dentro de la iglesia hay una ideología peligrosa: que el Cristianismo es algo absolutamente privado y personal. Como si nuestra vida tuviese compartimentos donde se guarda la fe cuando no se está usando; un lugar en el cual separamos nuestras creencias de nuestro diario vivir.
Nunca se le llama hipocresía como tal, pero es algo que se vive cuando sólo somos Cristianos los domingos en la iglesia.
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Cristianos Tibios
Este tipo de «Cristiano» en realidad, no es Cristiano.
Esto no es muy difícil de comprender. Hay una diferencia entre la persona que tiene a Dios como parte de su vida y la persona que sabe que su vivir es Dios. Jesús deja de ser alguien a quién imitar y se convierte en alguien a quién admirar.
Por supuesto, siempre se utiliza el «What Would Jesus Do?» para las cosas grandes, porque a Dios no le importan las pequeñas, ¿verdad?
Sin embargo, es en esas cosas pequeñas que se define nuestra integridad. Si tenemos falta de integridad dentro de la iglesia – que se supone que sea íntegra – entonces ¿qué estamos ofreciendo? Si vivimos de una manera en la iglesia y vivimos de otra fuera de ella, ¿cuál es el supuesto cambio que Cristo trae a nuestras vidas?
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¿Cómo afecta?
Ningún no-creyente va a querer entrar en un sistema así. Es más, ni a los mismos creyentes les gusta. Si un creyente cree que ésta es la manera que una iglesia opera, ese creyente será un no-creyente en poco tiempo. El hecho de que la Biblia describa el mundo real y que le de importancia al cómo debemos comportanos, es algo extraño a muchos Cristianos.
Si no actuamos según nuestras creencias, es probable que no las tengamos.
Y si las tenemos y no actuamos sobre ellas, ¿a quién le va a importar?
Esta compartimentación radical de nuestra fe se opone a la vida que establece la Biblia que un Cristiano debe tener (1 Juan 2:6; 1 Pedro 2:9). Los Cristianos dicen que aceptan este estilo de vida, pero es muy difícil encontrar evidencia de que, verdaderamente, crean en este estilo de vida.
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La Compartimentación
Hay muchísimos ejemplos de esto cuando se habla con jóvenes Cristianos sobre sus futuros profesionales. Por lo general, dan la impresión de que, para servir a Cristo de veras, necesariamente implica trabajar dentro de la iglesia. Es decir: si quieres trabajar para Dios, ¡tienes que ser pastor! O maestro/a de escuela bíblica. O algo por esas líneas.
No malinterpreten. Siempre hacen falta personas que hagan este trabajo.
El problema es la idea de que una persona no puede reflejar su fe de forma completa y central en ningún otro sitio que no sea el púlpito. Esto va en contra de tener un VIDA Cristiana que se refleje en TODO lo que hacemos.
Y así se crea la compartimentación mencionada.
Como no todos son «aptos» para trabajar en la iglesia, se van a ser doctores, ingenieros, mecánicos, et cétera sin un sentido de que, aún dentro de estas vocaciones estamos llamados a vivir una fe radical, que permea e influye todo lo que hacemos. Sin embargo, con la vida Cristiana removida de toda vocación (salvo las de la Iglesia), no debería ser sorprendente que se consideren las creencias personales de cada individuo como tal: personales y subjetivas.
Hace falta Cristianos que sean doctores, abogados (¡sin chistes, por favor!), científicos, eruditos, filósofos y de más; pero que sean Cristianos primero.
No para avanzar una agenda Cristiana, sino para representar la visión Cristiana y demostrar, a través de su propia vida, cómo esta creencia permea en todo lo que se hace.
Pero, si la misma iglesia continúa alimentando la idea de que la fe Cristiana no es más que un conjunto de propuestas que sólo son reales en las mentes de aquellos que las tienen, no habrá base para vivir nuestra fe fuera de las paredes de la iglesia.
Todo se reduce a algo muy sencillo: la falta de disposición de la iglesia a obedecer lo que las Escrituras dicen claramente.
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