
Una de las preguntas más comunes que recibimos —y uno de los argumentos más utilizados en contra del cristianismo— es sobre la mujer en la iglesia. Los argumentos se basan en los versículos que se encuentran en 1 Timoteo 2:8-14.
¿Qué nos dicen estos versículos? ¿Son un caso conclusivo en contra de la mujer en la iglesia?
El Valor de la Mujer
En una entrada anterior titulada «La Mujer vs La Biblia,» mencionamos algo muy clave:
Una inspección más de cerca revela que la Biblia, en su totalidad, presenta una imagen de la mujer que tasa su valor como igual al del hombre. Mientras es cierto que, en un sentido general, la Biblia ofrece diferentes papeles para el hombre y la mujer, no es cierto que la Biblia valora el hombre por encima de la mujer.
En otras palabras, es importante entender que la Biblia no subestima ni desvaloriza a la mujer, ni hace que el hombre sea por encima de la mujer. Con esto en mente, veamos el texto en cuestión.
1 Timoteo 2:8-14
Primera de Timoteo es una carta de Pablo a su discípulo Timoteo, quien está ministrando en Éfeso. La primordial preocupación de Pablo son algunas falsas doctrinas que están merodeando a través de los creyentes y amenazando algunas de las iglesias del área. Mientras discute el tema, Pablo comienza el segundo capítulo ofreciendo instrucciones sobre la conducta de la comunidad Cristiana. Habla de la disciplina de la oración antes de tocar algunas instrucciones relacionadas con género:
Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar, levantando manos santas, sin ira ni contienda. Asimismo que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia; no con peinado ostentoso, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos, sino con buenas obras, como corresponde a mujeres que profesan piedad. La mujer aprenda en silencio, con toda sujeción. Porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio. Porque Adán fue formado primero, después Eva; y Adán no fue engañado, sino que la mujer, siendo engañada, incurrió en transgresión.
«¡Ajá!», argumentarían muchos. Dirían: «Una lectura natural de 1 de Timoteo 2 es absolutamente clara: ¡las mujeres no son permitidas a enseñarle a los hombres ni a que tengan autoridad sobre ellos!»
Analicemos el texto
Aunque es cierto que una lectura sencilla es nuestro acercamiento estándar a la Biblia, algunas veces hacer esto se presta a un malentendido. Puede ser muy simplista, y provocar que ignoremos claves de la lingüística, literatura, historia, o de la cultura envuelta. Por ejemplo, una lectura simple y «natural» del Salmo 104:5 le provocó muchos problemas a Galileo Galilei, quién decía que el Sol no se movía alrededor de la Tierra, sino que era la Tierra la que giraba alrededor del Sol.
Al poner el texto de 1 Timoteo bajo análisis, debemos preguntar si las instrucciones de Pablo son específicas a la comunidad Cristiana de Éfeso durante el tiempo que Timoteo estuvo liderando, o si se supone que todos los Cristianos de todos los tiempos y lugares vean estas instrucciones como normativas de la vida Cristiana.
En otras palabras: ¿Habían condiciones únicas en la comunidad de Timoteo que hizo que las prohibiciones de Pablo fueran necesarias para la salud y crecimiento de es comunidad específica, o son estas prohibiciones de las mujeres en la comunidad Cristiana para siempre (necesarias en todo lugar y en todo momento)?
Para poder contestar adecuadamente, hay que analizar las realidades lógicas de seguir las instrucciones tal y como se leen de forma «natural y sencilla».
Las consistentes inconsistencias
Interesantemente, muchas de las personas que leen de forma «natural y sencilla» tienden a a ser inconsistentes en el momento de aplicar aquello que leen.
Por ejemplo, cuando leemos el versículo 8 de 1 Timoteo 2, nos viene una pregunta: ¿por qué nunca se predica de que el hombre siempre tiene que alzar las manos para orar? ¿Dónde están las enseñanzas que demandan que el varón ore en todo lugar? ¡Una lectura «natural y sencilla» del versículo 8 nos dice que debe ser así!
Además, si vamos a aplicar las prohibiciones de enseñanza de los versículos 11 y 12 para todas las mujeres Cristianas de hoy día, no podemos ser selectivos con las situaciones en las cuales deberíamos aplicarlas, o en cuáles situaciones son relevantes. Por lo tanto, si los textos se van a tomar de forma «natural» y «sencilla», entonces el pasaje apunta a que se está hablando a la vida dentro de la comunidad Cristiana. En otras palabras: como Pablo nunca especificó que los versículos aplican únicamente mientras la mujer está en la iglesia, entonces estos versículos no se deben aplicar sólo a cuando se está en la iglesia, sino a toda la vida de la mujer. Como en el versículo 8, que se supone que los hombres alcen las manos cuando oran «en todo lugar.»
El problema con esto se hace presente: si todas las mujeres Cristianas en todo momento y en todo lugar están prohibidas de enseñarle a los hombres, entonces ¿qué hacemos con las profesoras Cristianas en las universidades? ¿O con las maestras en las escuelas superiores enseñando a varones adolescentes? ¿O mujeres Cristianas a cargo del grupo de estudio bíblico en su apartamento universitario o su hogar? ¿O con misioneras que le ministran a grupos diversos en otros países, etc, etc, etc? ¿Y las madres solteras enseñándole sobre temas bíblicos a sus hijos varones? Es más, se podría argumentar que las mujeres no puede enseñar en la escuelita bíblica, ni escribir artículos teológicos o libros – ¡porque puede que algún hombre lea y aprenda de ello! Tampoco deberían escribir y cantar canciones, ni aparecer en la radio, a no ser que – sin querer – le enseñen algo a algún hombre.
Y cuando se menciona lo de hacer silencio, ¿dónde quedaría lo que Pablo mismo dice sobre las mujeres que profetizan y oran en voz alta en la iglesia (1 Corintios 11:4-5)? ¿Se habrá contradicho Pablo?
En fin, las personas que toman el pasaje de 1 Timoteo 2 en su lectura «natural y sencilla» no son consistentes sobre qué partes aplicarle a las mujeres (y hombres) de hoy día. Sencillamente, no hay uniformidad cuando se trata de dónde se requieren restricciones de enseñanza y silencio. ¿Deberíamos ser consistentes en la ropa, en alzar las manos, al igual que en las restricciones de enseñanzas? ¿O deberíamos ver esta casi imposible tarea como un indicativo de que algo diferente sucede con el texto, y que se necesita acercarse al mismo con algo más de una lectura «sencilla y natural»?
Todo esto es aparte de que una lectura «sencilla y natural» nos dice que estas restricciones para mujeres son sugerencias prácticas de Pablo (el versículo 8 comienza con la palabra «quiero»), y no necesariamente mandatos morales de Dios.
Adicional al problema que presenta la interpretación natural y sencilla, es importante mencionar que se han considerado puntos de vista adicionales para explicar este pasaje de 1 Timoteo. Por ejemplo:
• Algunos tratan de argumentar que la palabra que Pablo utiliza para «mujer» (guné) es en referencia a la esposa, cosa de que el contexto literario es que el líder espiritual de la casa es el hombre, por lo que no estaría hablando de la congregación. Afirman esta opción al llegar al versículo 1 Timoteo 2:15, donde habla de tener hijos.
• Otro punto de vista que teólogos han presentado como una posibilidad es que esta iglesia en Éfeso tenía mujeres que hablaban tanto en las reuniones, que interrumpían la enseñanza y por eso manda a que aprendan en silencio y sumisión (1 Timoteo 2:11).
• Finalmente, otros apelan al contexto histórico para explicar la cultura en la que esta iglesia que Timoteo pastoreaba estaba sumergida, entiéndase, en una cultura politeísta que adoraban a los dioses a través incluso de sacerdotisas con las que se debía tener relaciones sexuales como parte del culto a esos dioses. Esto pudo hacer que Pablo buscara evitar confusión de este tipo en esta congregación local, por lo que prohibía que las mujeres fuesen pastoras.
Últimos Puntos Sobre las mujeres en el Ministerio
• No hay ninguna evidencia Bíblica de que los dones del Espíritu son distribuidos a base de género. Claramente, ni siquiera era algo que pasó por la mente de los autores inspirados. Y si se les hubiera ocurrido, ¿no sería raro que no lo comunicaron adecuadamente? Por lo menos, no como los que se oponen a las mujeres en liderazgo piensan. Los hechos son sencillos: nunca se menciona nada sobre géneros cuando se habla de distribuir los dones espirituales, incluído el de enseñaza (Romanos 12:6-8; 1 Corintios 12:28; Efesios 4:1-12)
• El establecer y enseñar las bases para servir a Dios y al prójimo es una obligación de cualquier puesto ministerial. Esta obligación se deriva de las habilidades humanas emprendidas por dones espirituales – no del género de la persona que esté sirviendo en el puesto.
En fin, la exclusión de mujeres de ministerios «oficiales» de la iglesia, por lo general, las deja con la impresión de que hay algo malo en ellas. Tal vez sea una inferencia errónea de su parte, y algunas pueden esquivar el asunto sin ser heridas profundamente, pero si Dios verdaderamente excluyó a las mujeres del liderato de la iglesia, debe haber una razón por hacerlo. Además, si el liderazgo, predicar, etc es buen trabajo – y trabajo necesitado de buenos trabajadores – ¿qué, exactamente, tiene la mujer que Dios la mira y dice: «no es suficiente»? ¿Habrá lanzado una moneda y ganaron los hombres? Obviamente, este cuestionamiento afecta a todas las mujeres, no sólo a las que aspiran posiciones ministeriales. Cabe mencionar lo difícil que se les hace a aquellos que se oponen a las mujeres en liderazgo contestar qué tienen las mujeres que las excluyen de tales posiciones – añadiéndole peso a una hermenéutica débil, sin raíces en la historia eclesiástica.
Les compartimos un vídeo que hicimos relacionado a este tema: