¿Hay bases Bíblicas para el Libre Albedrío?

Se ha recibido mucha correspondencia preguntando sobre el tema de la entrada titulada «Si Dios lo sabe todo, ¿estamos predeterminados?» Esta entrada se dedicará a la aclaración de los puntos antes mencionados y a la presentación de las bases bíblicas del cual se deriva.

Entonces, ¿qué es lo que opera? ¿Estamos predestinados o tenemos voluntad propia?

Honestamente, ambas.

La predestinación es necesaria. Todo lo que es profecía, por ejemplo, es fruto de la predestinación. Dios sabe lo que va a suceder y lo ha hecho saber. Por lo tanto, la historia está predeterminada. Sabemos, por ejemplo, que vendrá un anti-Cristo, nos intentarán poner la marca de la Bestia, la Iglesia será perseguida (esta ya se está cumpliendo), et cétera. No hay manera de que Jesús pudiese llegar hasta la cruz si Dios no hubiese predeterminado los eventos que movieron a los personajes a cumplir el propósito divino que Jesús vino a cumplir. Desde el nacimiento en Belén hasta la traición de Judas, Dios colocó piezas claves en la historia para moverla en la dirección que Él quiso. De hecho, aún coloca piezas en la historia para llevarla en la dirección que Él quiere.

Sin embargo, la realidad del libre albedrío sigue en pie. Las Escrituras nos demuestran a los seres humanos teniendo mentes y voluntades propias. Por lo tanto, en un sentido limitado, somos creadores de nuestra propia conducta y camino – sean estas de acuerdo con la voluntad de Dios o no. Esto está demostrado a través de la Escritura.

La clave es la siguiente: Dios sabe lo que va a suceder mañana por que es lo que sucederá. No es que va a suceder porque Dios lo sabe. El conocimiento de Dios no es necesariamente causal.

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En el capítulo 28 de Deuteronimio, por ejemplo, hay una lista corta de bendiciones por la obediencia y una extensa lista de maldiciones por la desobediencia. Al principio del capítulo 29, dice que este pacto es enviado por Dios, por lo cual Moisés hablaba de parte de Dios. En el capítulo 30 es la parte interesante, porque habla de qué pasa si se dan cuenta de que están lejos de Dios: pueden regresar a mayor bendición (versículos 1-10). Luego, el en versículo 19, Dios – a través de Moisés – dice una joya que hace eco en la historia:

«Hoy pongo al cielo y a la tierra por testigos contra ti, de que te he dado a elegir entre la vida y la muerte, entre la bendición y la maldición. Elige, pues, la vida, para que vivan tú y tus descendientes.» (Deuteronomio 30:19, énfasis añadido)

Los Israelitas serían bendecidos o maldecidos dependiendo de su decisión. Las posibilidades estaban presentes y ellos tendrían que escoger.

Así, desde el Edén hasta el Apocalipsis, Dios creó al hombre con la posibilidad de desobedecerlo. La voluntad de Dios es, sin duda alguna, para todos aquellos que le obedecen (la obediencia es un acto de libertad). Desafortunadamente, hay muchos que rechazan la voluntad perfecta de Dios para su propia destrucción. John Sanders, en su libro «El Dios que se Arriesga,» menciona que crear criaturas con voluntad propia es un riesgo – ¡hasta para Dios! Pero es un riesgo calculado (ya que Dios lo sabe todo) que permite el amor (amar es otro acto de libertad).

La Biblia, por lo general, responsabiliza al autor (o autores) de una decisión o conducta de la decisión que toman o la conducta que tienen. No se presume directamente que hay un plan supremo y divino que el agente libre estaba siguiendo. Por supuesto, hay algunas excepciones – como se mencionaron – de jugadores que Dios puso para provocar ciertos eventos.

Sin embargo, las decisiones de los agentes no fueron influídas – sólo las circunstancias. Judas, por ejemplo, podía haberse arrepentido de ser ladrón.Tenía la libertad de hacerlo y la oportunidad (¡el hombre hasta caminó con Jesús!). Al tomar la decisión de no hacerlo, fue fácil para él aceptar el dinero de la traición: porque era en el dinero – y no en Jesús – donde estaba su corazón.

En otras palabras, a pesar de que Dios guía la historia en su totalidad, los participantes de la historia (nosotros) somos autores (en cierta medida) de nuestro camino.

No se trata de centrar el Cristianismo en el hombre, porque no lo está. Sin embargo, hay algo en nosotros que Dios decidió amar y salvar. Dios nos dio la capacidad de crear, pensar y decidir (entre otras cosas) porque somos hechos a SU imagen y semejanza. Creamos porque Él crea. Pensamos porque Él piensa. Decidimos porque Él decide. Se ha dicho que la predestinación es importante porque no podemos confiar en nosotros mismos con tal decisión de salvación, pero esto es una subestimación a las capacidades que Dios mismo puso en nosotros.

En fin, Dios nos ha escogido a TODOS – claro que sí – para darnos la oportunidad de ser salvos a través de Su Hijo. Y todos aquellos que en Él creen, no se perderán más tendrán vida eterna (Juan 3:16)

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¿Dónde está le libre albedrío en la Biblia?

Esta próxima parte son los ejemplos bíblicos de personas y momentos en los cuales personas desvían sus propios corazones de la voluntad de Dios (en algunas ocasiones y aún cuando previamente se estuvo en esta voluntad).

Jesús menciona que el corazón es cómo un árbol que da buenos frutos o da malos frutos. Dice, además que «El que es bueno, de la bondad que atesora en el corazón produce el bien; pero el que es malo, de su maldad produce el mal, porque de lo que abunda en el corazón habla la boca.» (Lucas 6:43-44). No hace falta ninguna otra explicación para los frutos. Jesús enseña que del corazón vienen «los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, la inmoralidad sexual, los robos, los falsos testimonios y las calumnias» (Mateo 15:19). La explicación final para la conducta humana es encontrada en el autodeterminado centro del ser humano. Es por esto que hay que nacer de nuevo mediante la resurrección de Jesús (1 Pedro 1:3), para que tengamos un nuevo corazón y un nuevo espíritu (Ezequiel 36:26)

Salomón hizo lo malo ante los ojos de Dios porque su corazón se había apartado de Dios. (1 Reyes 11:6,9)

Roboán no se quedó atrás. Dice que actuó mal «porque no tuvo el firme propósito de buscar al Señor.» (2 Crónicas 12:14)

El rey Sedequías «hizo lo que ofende al Señor su Dios» porque «fue terco y, en su obstinación, no quiso volverse al Señor, Dios de Israel.» (2 Crónicas 36:11-13)

Me encanta cuando Dios le pregunta a Jerusalén «¿Hasta cuando hallarán lugar en tí los pensamientos perversos?» y le pide: «limpia de maldad tu corazón para que seas salvada.» (Jeremías 4:14)

La Biblia también menciona la capacidad que tiene el hombre para impedir la voluntad de Dios. Dice en Lucas que los fariseos y los expertos de la ley «rechazaron el propósito de Dios respecto a ellos» cuando no se dejaron bautizar por Juan (Lucas 7:30).

En Isaías 30:1, Dios dice: «Ay de los hijos rebeldes que ejecutan planes que no son míos, que hacen alianzas contrarias a mi Espíritu, que amontonan pecado sobre pecado» (énfasis añadido).

Cuando entendemos que Dios tiene un plan para nosotros cuando decidimos darle el control de nuestras vidas,  entonces hace sentido que Dios no quiere que nadie perezca, sino que todos sean salvos (1 Timoteo 2:4; 2 Pedro 3:9). El hecho de que hay personas que perecen no sólo apunta a la necesidad de la humanidad en un salvador, pero en el rechazo de esta realidad.

Es bajo esta luz de libre albedrío que el lamento de Jesús sobre Jerusalén (Mateo 23:37) hace sentido:

«¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que se te envían! ¡Cuántas veces quise reunir a tus hijos, como reúne la gallina a sus pollitos debajo de sus alas, pero no quisiste!»

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En fin, la Biblia enseña ambos conceptos: mientras que Dios ya conoce y causa Su historia dentro de la nuestra, tenemos cierta libertad para rendir nuestra voluntad a la de Él. Mientras que todo el mundo ha sido creado por Dios, el mundo como está no es sólo por el resultado de la voluntad de Dios, sino también la voluntad de todas las criaturas libres (que Él mismo creó así) que, hasta cierto punto, influyen en el curso de la historia. La última explicación de cómo están las cosas no está en la dictaduría de una voluntad todo-controlante, sino en las voluntades de una sociedad llena de criaturas libres.

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