¿Nunca has pensado qué contestarías si tu hijo te preguntase: «¿Cómo sabes que el Cristianismo es cierto?»
El problema estaría en encontrar la manera de explicarlo de una forma sencilla y directa, sin comprometer la profunda teología envuelta en el asunto. En otras palabras:
¿Qué le contestarías a un niño que te preguntase si lo que vives es cierto?
La contestacíon debería ser simple: «El Cristianismo es cierto porque Jesús dijo que lo era.»
Por supuesto, hay ciertas responsabilidades (y desventajas) que acompañan este reclamo (las veremos pronto), pero – de entrada – lo poderoso de esta aseveración es que remueve la responsabilidad de nuestros hombros a ser los expertos de religión. Es más, estamos diciendo que NO somos expertos y dependemos del experto en el Cristianismo: Jesús.
Siempre he tenido una buena costumbre de preguntarle a las personas que saben más que yo sobre cosas que yo no sé. Si tengo preguntas sobre mecánica, voy a un mecánico. Si tengo preguntas sobre fotografía, conozco un experto que me puede ayudar.
Entonces, si tengo preguntas sobre asuntos espirituales, ¿a dónde voy?
A las palabras de Jesús.
De seguro, la pregunta que naturalmente surge sería algo como: «¿Cómo podemos confiar en lo que Jesús dijo?» Sencillo. Los textos que contienen las palabras de Jesús han sido probados como ciertos y confiables, por lo tanto lo que se escribió fue exactamente lo que Jesús dijo.
La desventaja que tiene esto es que, en la mente de MUCHAS personas, lo que dijo Jesús está abierto a vastas interpretaciones. Esto se puede volver en un problema para nosotros, si no sabemos manejar la situación.
Sin embargo, es interesante que muchas personas tienen mucho respeto – y hasta admiración – hacia la persona de Jesús. Hasta citan cosas que Jesús dijo (específicamente cuando lo que «Jesús dijo» les beneficia en una discusión) – pero cuando se cita algo en contra de ellos, entonces dicen «esa es TU interpretación.»
No tenemos la razón porque Jesús está de acuerdo con nosotros. Tenemos la razón porque estamos de acuerdo con Jesús.
Aquí es donde viene nuestra responsabilidad. Para poder apelar a la autoridad de Jesús, tenemos que estar claros de qué fue lo que Jesús enseñó. Hay que entender la vida de Jesús y sus enseñanzas para poder referir a Su autoridad. Muchas personas consideran a Jesús una figura de autoridad espiritual y ética. El hecho que Él sea admirado y no estudiado ni imitado lleva a las personas a atribuirle sentimientos a Jesús que son lo opuesto de lo que enseñó y vivió. Es sorprendente la cantidad de personas que citan a Jesús sin tener la más mínima idea de quién era ni de lo que enseñó.
Si vas a citar a Jesús como autoridad, no tiene sentido citar sus palabras y no sus ideologías.
«Pero, ¿quién eres tú para decir? Esa es TU interpretación.»
Ese es el punto. No somos quiénes para decir: Jesús es el que dijo, y Él es la autoridad en el asunto.
El propósito de la interpretación no es inventarnos ideas que podemos poner en la boca de Jesús y luego llamarlas nuestra interpretación. El propósito de la interpretación es averiguar qué Jesús quiso decir. Él es la autoridad, no nosotros.
Las enseñanzas de Jesús son profundas – no complejas. Sólo requieren atención.
El problema es que la gente quiere un Salvador, no un Señor; quieren alguien que les resuelva, no a quién imitar. Además, mucho de lo que Jesús dijo es sumamente ofensivo a la mentalidad moderna. Tan así, que ignoramos las cosas que nos confrontan y nos enfocamos en lo apacible y bueno de Su mensaje: «Amémonos unos a otros», «Hay que hacer el bien», «Dios está dentro de mi corazón», «Hay que ser como un niño para ir al Cielo» además de otras cosas místicas y bonitas que no presentan alguna amenaza contra las decisiones morales que hacemos.
Cuando conocemos a Jesús, le damos un fundamento firme a nuestra fe, a nuestra vida y a nuestras palabras. Es entonces que podemos contestar la pregunta refiriendo a la autoridad de Jesús.
¿Por qué creemos que el Cristianismo es cierto? Porque Jesús lo dijo.
«Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.»
Jesús (Juan 14:6)
No hay otra interpretación a tan directa reclamación.
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