¿Quién escribió los Evangelios?

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Unas de las preguntas que más nos hacemos en relación a los Evangelios son: ¿Quién o quiénes los escribieron? ¿Cuándo fueron escritos? ¿Existe alguna razón para sospechar que son totalmente una fabricación?

Usualmente las afirmaciones realizadas desde el punto de vista crítico de un escéptico son las siguientes:

  • Los Evangelios son documentos anónimos; no podemos determinar quién los escribió.
  • Los Evangelios fueron escritos muy tarde. Algunas personas dicen que entre los años 70 a 100 DC, y otras hasta en el siglo II DC.
  • En algunas áreas, los Evangelios son producto de la imaginación del autor.

En la siguiente investigación podemos encontrar que estas afirmaciones son injustificables y contradicen la evidencia disponible. En respuesta, nosotros afirmamos que:

  • Hay excelentes razones para mantener la autoría del Evangelio bajo los autores que tradicionalmente fueron asignados cuando se aplican pruebas estándar para tales determinaciones.
  • No hay razón para que NINGUNO de los Evangelios se haya escrito luego del año 70 DC, aunque puede haberla en el caso de Juan.
  • No hay razón para suponer que los autores de los Evangelios se tomaran la libertad de ser creativos con los eventos registrados en la Biblia, al punto de fabricarlos.

Examinaremos y dispondremos de los argumentos más comunes sobre si los Evangelios fueron escritos tarde y que rechazan su autoría tradicional. Con esto ofrecemos dos advertencias:

  1. La autoría y las fechas son importantes; pero igual de importante, sino más, es si lo que el contenido del Evangelio es verdad. Independientemente de quién escribió los Evangelios y cuándo, si reflejan la realidad correctamente, entonces apunta a que fueron escritos por testigos oculares, o que la fuente son testigos oculares. Por lo tanto, incluso si la autoría tradicional y las fechas más tempranas son refutadas -y sostengo que los argumentos en contra de ellas son inadecuados- importa muy poco, porque podemos conjeturar, quién las escribió y cuándo. Hengel [Heng.4G, 6] señala que sólo tenemos una biografía de Mahoma, escrita 212 años después de su muerte, que utilizó una fuente de unos 100 años después de su muerte, y sin embargo «el escepticismo histórico de la erudición crítica europea es sustancialmente menor» en lo que respecta a Mahoma.
  1. Los argumentos críticos sobre la autoría y la fecha de los Evangelios giran en torno a los mismos datos, y han girado en torno a ellos, durante mucho tiempo. Los críticos y los escépticos han utilizado los mismos argumentos contra los datos tradicionales una y otra vez con MUY pocas excepciones. En mi estudio de la literatura, he encontrado que los argumentos críticos estándar han sido utilizados en exceso por los escépticos y han sido suficientemente respondidos por los tradicionalistas. Sin embargo, los críticos no se han dignado a responder a los contraargumentos, y las veces que raramente lo han hecho solo ha sido como una simple desestimación.

Autores de los Evangelios: Consideraciones Generales

El «anonimato» de los autores de los Evangelios es algo que muchos escépticos afirman. Sin embargo, es notable que al hacer este argumento, los críticos nunca nos explican cómo sus argumentos funcionan si se aplicaran igualmente a documentos seculares antiguos cuya autenticidad y autoría nunca se cuestiona (o ya no se cuestiona), sino que son tan «anónimos» en el mismo sentido que lo son los Evangelios.

Si se objeta que los autores de los Evangelios no se nombran a sí mismos en ninguna parte de sus textos, y este es un punto muy común, incluso entre los tradicionalistas, entonces esto se aplica igualmente a muchos otros documentos antiguos, como los Anales de Tácito. Las atribuciones autorales no se encuentran en el propio texto, sino en los títulos, al igual que en los Evangelios. De no hacerlo sería cometer la falacia de la doble vara.

Los críticos pueden afirmar que estos fueron añadidos más tarde a los Evangelios, pero necesitan proporcionar evidencia textual de esto (es decir, una copia obvia de Mateo sin atribución de título a Mateo, y fechada antes o lo suficientemente temprano como para sugerir que no fue simplemente una omisión tardía y accidental), y de todos modos, ¿por qué no se supone que los títulos también se agregaran más tarde a las obras seculares?

Dado que incluso los críticos admiten que los Evangelios estaban destinados a una amplia audiencia (al menos, una «comunidad» de creyentes), deben explicar por qué permitirían que un Evangelio permaneciera «anónimo» y luego no se atribuyera a múltiples autores. Los escépticos y los críticos podrían tener un mejor caso si pudieran encontrar una copia de Mateo que se atribuya a, digamos, Andrés, o a nadie en absoluto; o una copia de lo que obviamente es Marcos que se atribuye a Bernabé. Pero los títulos son unánimes e inequívocos: no hay variación en ellos en absoluto, y los críticos tampoco han proporcionado ningún ejemplo de textos evangélicos sin título. Es difícil ver por qué esta evidencia no es suficiente para los Evangelios cuando mucho, mucho menos se acepta para las obras seculares y su atribución.

A la luz de estas consideraciones, que no ofrecen nada radical o nuevo, podemos ahora plantear estas preguntas generales:

Si los Evangelios son anónimos, ¿por qué no existe otra tradición sobreviviente que atribuya otro autor para los Evangelios?

El testimonio del siglo II es unánime en atribuir los cuatro Evangelios a las personas que ahora llevan su nombre. Esto sugiere que recibieron sus títulos temprano. De no haber hecho esto, habría habido una gran cantidad de especulaciones sobre quién los había escrito: «una variación de títulos habría surgido inevitablemente», como había sucedido con los evangelios apócrifos. [Thie.EvJ, 15]; Véase también [Heng.Mark, 82]. Es mucho más difícil creer que los Evangelios circularon anónimamente durante 60 años o más para que luego a alguien finalmente se le ocurriera poner autores en ellos, y que también lograra que toda la iglesia del Imperio Romano estuviera de acuerdo.

¿Por qué, entonces, se eligieron como autores a personajes tan inverosímiles?

Lucas es mencionado pocas veces por su nombre en el Nuevo Testamento, una persona relativamente desconocida. Marcos se comportó como un “niño inmaduro”; abandonó a Pablo (Hechos 15). Mateo era un apóstol, pero también era un recaudador de impuestos, ¿elegiría usted a un empleado del IRS, y a un apóstol de dudosa identidad para que fuera el autor de su Evangelio? [Wilk.JUF, 28] Solo Juan es una elección lógica para un autor seudónimo. La fortaleza de este punto se demuestra en que algunos pensarán que personas de trasfondo desconocido fueron elegidas deliberadamente como autores para engañarnos y hacernos creer que esto significa que eran auténticos.

¿Cómo podía la comunidad cristiana primitiva honrar los Evangelios como autoritativos a menos que supieran quién los había escrito?

Aun concediendo una fecha tan tardía como algunos críticos conjeturan, es dudoso que los Evangelios pudieran haber llegado a alguna parte a menos que fueran ciertamente atribuibles a alguien que fuera reconocido por saber sobre lo que estaba escribiendo. Por otro lado, algunos críticos asumen un alto grado de credulidad en la iglesia del primer siglo. Con este fin, Hengel [CarMoo.Int, 66] ha argumentado que los Evangelios deben haber recibido sus títulos inmediatamente, no en el siglo II. Para que un autor anónimo haya escrito un Evangelio, y se haya aceptado como de la mano de uno de los miembros del Cuarteto o de cualquier persona autorizada, habría requerido que primero produjeran el Evangelio, luego lo presentaran como la obra de otro; tendrían que inventar alguna historia sobre cómo llegó a estar en su posesión; resolver el problema de por qué una obra de esa persona desapareció o era desconocida anteriormente; para luego conseguir que la iglesia en general, primero en su área y luego en todo el Imperio Romano (sin causar sensación ni controversia por el supuesto descubrimiento de tal documento), aceptara esta obra como genuina.

¿Puede algún crítico explicar cómo se superaron estas dificultades logísticas? He notado que hacen bien en ofrecer generalidades, pero nunca llegan a los detalles de cómo “Juan del Pueblo”  pudo haber logrado llevar a cabo tal engaño a toda la iglesia. ¿Ha ocurrido algún suceso parecido a esto en la historia secular, donde un enorme grupo en general fue engañado (y continuó siendo engañado) por no solo una falsificación, sino cuatro, atribuidas en un par de casos a miembros de un círculo íntimo, en lugares y tiempos muy separados?

A principios del siglo II, habría habido cristianos de primera generación vivos que recordaban a los apóstoles y sus enseñanzas, y muchos más cristianos de segunda generación a quienes se les habría pasado información directamente. Tenemos testimonios tempranos de la autoría de algunos de los Evangelios. Papías escribió alrededor del año 110-130, y seguramente no diseñó la autoría de Mateo y Marcos de improviso. Siendo esto así, ¿cómo podría alguien haberse atrevido a atribuir los Evangelios a alguien que no fueran los autores genuinos con estos testigos de primera y segunda generación aún vivos? Los creyentes en los años 70-90, cuando los críticos suponen que los Evangelios fueron escritos de forma anónima, no habrían sabido de ninguna obra de Mateo y los demás. Los creyentes posteriores a los años 90 que descendieron de esta generación y vivieron en vida de Papías no habrían tenido tradición de tales documentos.

Conclusión

El punto de vista tradicional de los Evangelios en términos de su autoría, fecha e historicidad, es apoyado por el peso de la evidencia, y rechazado solo por aquellos cuya propia agenda teológica les prohíbe aceptarlo.

Traducido y adaptado de “Dates and Authorship of the Gospels” por Tekton Apologetics.

Acerca de Cristina Lipsett

Cristina Lipsett es hija y sierva de Dios por su gracia. Esposa y madre a tiempo completo. También se encuentra estudiando un certificado en Apologética Cristiana de la universidad Biola University, y es creadora de contenido cristiano en Instagram bajo Gracia en Color.
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