Hace un tiempo atrás experimenté algo que no había pasado nunca. Había dejado mi trabajo para irme por mi cuenta. Esto provocó un estrés peculiar que nunca había tenido, siempre había sido empleado de alguien, confiado en los 15 y los 30 de cada mes.
Esta noche, me acosté tenso. A las 2:30 de la madrugada me levantó el pitillo de mi asma. Me dí dos inhalaciones de Albuterol y me acosté nuevamente. Pero el daño estaba hecho. No pude dormir más. Di vueltas y vueltas y nada sucedía. Me fui del cuarto y prendí el televisor. Allí estuve hasta las 4:45am donde decidí que debía dormir aunque fuese una hora más, antes que mis hijos se despertaran.
En la cama nuevamente di vueltas y vueltas. Cerré los ojos, para obligarme a dormir… y nada. Tenía la preocupación de ¿Cómo podré suplir? Entre ceja y ceja. De repente sentí un pensamiento claro en mi mente que decía: “¿Por qué te preocupas, si Yo Soy quien suple a tu necesidad?” Inmediatamente oré, me arrepentí y pedí perdón. Había olvidado que Dios es fiel aun cuando no le vemos.
Juan 4:46-53 NTV
46 En su paso por Galilea, Jesús llegó a Caná, donde había convertido el agua en vino. Cerca de allí, en Capernaúm, había un funcionario de gobierno que tenía un hijo muy enfermo. 47 Cuando supo que Jesús había ido de Judea a Galilea, fue a verlo y le rogó que se dirigiera a Capernaúm para sanar a su hijo, quien estaba al borde de la muerte.
48 Jesús le preguntó: —¿Acaso nunca van a creer en mí a menos que vean señales milagrosas y maravillas? 49 —Señor, por favor —suplicó el funcionario—, ven ahora mismo, antes de que mi hijito se muera.
50 Entonces Jesús le dijo: —Vuelve a tu casa. ¡Tu hijo vivirá!
Y el hombre creyó lo que Jesús le dijo y emprendió el regreso a su casa.
51 Mientras el funcionario iba en camino, algunos de sus sirvientes salieron a su encuentro con la noticia de que su hijo estaba vivo y sano. 52 Él les preguntó a qué hora el niño había comenzado a mejorar, y ellos le contestaron: «Ayer, a la una de la tarde, ¡la fiebre de pronto se le fue!». 53 Entonces el padre se dio cuenta de que la sanidad había ocurrido en el mismo instante en que Jesús le había dicho: «Tu hijo vivirá». Y tanto él como todos los de su casa creyeron en Jesús.
¿Pueden imaginarse el cuadro en la casa de este oficial del Rey? Imagino el escepticismo. El Papá decide salir a buscar a Jesús, lo cual demuestra fe en que “algo” podía hacer el Nazareno. El hijo encamado, si estaba consciente, posiblemente no entendía nada. Su esposa y los siervos se miraron unos a otros en incredulidad. “¿Este hombre común va a hacer qué?” Posiblemente la esposa, en su depresión y ansiedad profunda, le recrimina justo antes de salir por la puerta. “¡Ve al médico o al sacerdote! ¡Eso es lo que tienes que hacer!” Pero este hombre prosigue y busca al Maestro andante, que no tiene sitio ni para recostar su cabeza. Busca a aquel hombre sencillo y pobre, que comía de las ofrendas de sus seguidores, o de quien le recibía. Un hombre del pueblo, en medio del pueblo. Un hombre que se relacionaba con los pecadores, los más bajos de la sociedad. Los siervos murmuraron de su amo justo cuando le vieron partir: “¡Qué pérdida de tiempo!”
El funcionario del rey, con su ropa de calidad. Limpio, peinado y arreglado. Con sus anillos en las manos, llega donde el pueblo concurre. Donde están los que ruegan por limosnas. Había escuchado que en unas bodas, ese Maestro había convertido el agua en vino. A lo mejor podía hacerle algún truco para sanar a su hijo. Entonces encuentra a Jesús.
Al leer este texto, me hacía la pregunta: ¿Por qué Jesús le dice semejante cosa a este funcionario?: “¿Acaso nunca van a creer en mí a menos que vean señales milagrosas y maravillas?” Este señor salió de su casa y caminó hasta llegar donde Jesús, pensando que podía hacer algo por su hijo, ¿No es eso fe? Pero la Biblia da el detalle previo: donde Jesús había convertido el agua en vino… Este hombre tenía un concepto superficial de quién era Jesús. Posiblemente pensaba que se trataba de un simple Hacedor de Milagros o un Mago, como los de otras naciones. Jesús quería asegurarse, de que este hombre que venía buscando sanidad para su hijo, ¡se fuera con Salvación para su casa completa!
Ellos le creían “a” Jesús en qué podía hacer tal o mas cual, pero no creían “en” Jesús, para su problema primordial, que no era el niño que se moría, sino la muerte espiritual que cada uno de ellos tenía. Era este segundo, el problema que le interesaba resolver al Señor. Jesús quería ser su Señor y Salvador.
Ahora imagina su hijo, esposa y siervos… allí en la casa, desesperanzados… y sin ningún aviso previo. La mamá llorando en una esquina, con mirada hacia la puerta a ver si su esposo llega. Sumergida profundamente en su depresión y ansiedad. Ver a su hijo en esa situación terminal y no hay nada que pueda hacer por el. ¡Toda su situación económica y social no pudo hacer nada para evitar la muerte segura de su mayor tesoro! Los siervos tratando de consolarla sin éxito, mientras el niño sólo en la cama repentinamente se sienta y llama a su mamá: “Mami, no llores, ya estoy bien.” La mamá brinca de su rincón del dolor y cae sobre su hijo. Lo verifica por todas partes (como suelen hacer las madres) y nota que todos los síntomas desaparecieron.
“Mi esposo fue y perdió su tiempo allá buscando al tal Jesús de Nazaret ese.”
–posiblemente dijo al siervo– “Era algo pasajero después de todo!”
El siervo sale de la casa vestido aún de confusión a encontrarse con su señor. Llegó y le cuenta lo sucedido. La falta de palabras y ojos muy abiertos asustan al siervo. No es lo que esperaba. El hombre hace sus cálculos y le responde: “¡Fue EL SEÑOR quien sanó al niño!»
Jesús nunca les dijo quién era Él. Pero el relato termina diciendo que: “Y tanto él como todos los de su casa creyeron en Jesús.” Este funcionario, estaba en contacto con la ley y tradiciones judías. Era parte de su trabajo. Aunque posiblemente lo ejecutaba a nivel muy secularizado, como actualmente hacen los funcionarios políticos, que dicen creer en Dios, pero legislan y se comportan diferente a lo que dicen creer… Pero éste hombre sabía que, ¡El único que puede declarar una Palabra, y que se cumpla es Dios! Las acciones de Cristo fueron suficientes para que esta casa entera vinieran al conocimiento que produce Salvación. Jesús había provocado fe salvífica en ellos, cuando el funcionario escuchó el comando de sanidad y su casa al escuchar su testimonio.
Qué mucho lo hemos Escuchado
Desde pequeño, nos enseñan que “Papa Dios” vela por nosotros. Le preguntan a algún artista sobre su carrera y son rápidos para decir “Papito Dios me trajo aquí.” Pero, ¿consideramos realmente y profundamente las implicaciones de lo que decimos creer?
Recuerdo cuando dejé un trabajo en publicidad, hace varios años atrás (antes de la renuncia que les contaba al inicio) para irme a dar clases. Me provocaba gran estrés saber que mi sueldo ahora era la mitad de lo que estaba acostumbrado, mientras que las necesidades en el hogar eran iguales y hasta mayores. En esos días sentía que Dios me hablaba constantemente. En la iglesia escuchaba que Dios es Fiel, que Dios tiene el control y que Dios es quién suple.
En el nuevo trabajo Tenía un compañero, que además es hermano en Cristo y hoy, un gran amigo. De alguna manera lograba saber siempre, que mis niveles de estrés estaban en 1000%. Esto con sólo saludarme en la mañana. Sin preguntarme, muchas veces me recitó el Salmos 37:25 NTV
Una vez fui joven, ahora soy anciano,
sin embargo, nunca he visto abandonado al justo
ni a sus hijos mendigando pan.
En mi casa, siempre estuvieron cubiertas las necesidades. Claro que tuvimos que hacer ajustes; Cortamos lo innecesario, se quedó lo necesario. Nunca faltó el pan. Mi mamá, de repente, cocinaba de más y nos llevábamos para casa, mi suegra aparecía con viandas en abundancia que no sabía qué hacer con ellas, Mis plantas daban cosechas suficientes para nosotros comer, algún hermano aparecía con una ofrenda que Dios había puesto en su corazón, que completaba perfectamente el pago incompleto de la casa… Dios siempre suplió.
¿Dónde estamos nosotros en ese pasaje de Juan 4? ¿Estamos en el lugar del servidor del Rey? ¿Somos como la esposa incrédula y depresiva? ¿Somos como los siervos que murmuran? O ¿Somos como el funcionario gubernamental que creyó en Jesús luego del milagro?
Dios Cuida de sus Hijos
En medio de nuestra dificultad, enfermedad o edad, Dios sigue sosteniéndonos, pero quiero que hoy pongamos nuestra mirada en lo que ya ha hecho alrededor de nosotros, cuidando de nosotros.
- ¿A quién ha traído en este tiempo para que nos ayude cuando no podemos hacerlo como antes?
- ¿Qué nuevas tareas trae para que no nos embotemos?
- ¿Qué impulso nos da para que tengamos la oportunidad de servirle que antes no teníamos?
- ¿A qué montaña nos está llevando para que pongamos Su nombre en alto?
- ¿A quién ha puesto a nuestro lado para que nos estorbe cuando estamos por caer?
Dios está obrando milagros en medio nuestro, donde no le estamos viendo. ¡Dios es fiel aún cuando no le vemos!
Estamos ahí en la cama, con una fiebre que nos quita la vida, pero Dios está a nuestro lado supliendo, sosteniéndonos, amándonos. No le vemos, pero está.
Hay un ejercicio que es común dárselo a los niños en la escuela Bíblica de los domingos, pero que se nos olvida hacerlo nosotros también, todo el tiempo. Y es haciéndonos la pregunta: ¿Cómo has visto a Dios obrando recientemente?
Alguien una vez dijo: “Solo hay dos formas de vivir tu vida: como si nada fuera un milagro, o como si todo fuera un milagro.” Entonces, nosotros quienes somos Hijos de Dios, necesitamos vivir como la primera forma de ese proverbio común.
Hace algunos años, escuché un testimonio de uno de mis apologetas favoritos que marcó mi corazón. El Dr. William Lane Craig hablaba que en un asilo de ancianos había una abuelita que había sufrido muchísimo. Le faltaban extremidades, no veía, necesitaba asistencia constante de otra persona para sus quehaceres cotidianos. No podía comer sola, ir al baño sola, acostarse, levantarse… El Dr. Craig comentaba que si ese fuese su caso, piensa que estaría en una depresión poderosa que no podría sacudirse de encima. Sin embargo, observaba a esta anciana encorvada y notaba que siempre estaba alegre. No entendía cómo ella lo hacía así que escuchó lo que ella tenía que decir. ¿Por qué siempre estás tan contenta? Le preguntó. Su contestación simple lo provocó lágrimas: “Porque tengo a mi Jesús.”
Esta anciana solía cantar coritos y adorar a Cristo durante todo su día, en todo lo que hacía. Había conocido la Fidelidad de Dios, incluso cuando no le veía. Literalmente.
La Palabra dice: “Pues en él vivimos, nos movemos y existimos.” (Hechos 17:28 NTV). Significa que el mero hecho de estar aquí hoy, de poder movernos, de respirar y que nuestro corazón bombee sangre, es un milagro de Dios. Él sostiene su creación. El cuida de sus hijos. El es fiel con nosotros, todo el tiempo. Está obrando milagros en nuestra vida todo el tiempo.
Si nosotros que somos malos, sabemos dar buenas dádivas a nuestros hijos, ¡imagínense nuestro Padre prefecto en los cielos!
Dios Demostró su Fidelidad de Una Vez y Por Todas
Jesús dijo lo siguiente: “28 Pues ni aun el Hijo del Hombre vino para que le sirvan, sino para servir a otros y para dar su vida en rescate por muchos».” (Mateo 20:28 NTV) El rescate de Jesús, fue cumplido. Dio lo más preciado (su vida) por salvarnos. El Padre dio lo más preciado (Su Hijo) por salvarnos. Cuando creemos que Cristo hizo eso por nosotros y le recibimos como Señor y Salvador, Él nos da el Espíritu Santo para que more en nosotros. En esas dos acciones nada más, Dios demuestra su fidelidad eterna para con nosotros. ¡No tiene que hacer nada por ninguno de nosotros! No tenía que dar a su Hijo por nosotros tampoco, pero lo hizo: ¡DIOS ES FIEL!
Si Jesús dijo que era Dios, y que daría su vida por nosotros y fue y lo hizo… y al tercer día, el Padre lo levantó de los muertos, entonces podemos confiar sin miedo en la Fidelidad de Dios, pues ya dio evidencias suficientes de que lo es.
De regreso al presente. Ahora, en medio de la pandemia del COVID-19; la situación que vivimos no es fácil. Lo entiendo. Lo veo en los noticiarios. En ese sentido, somos como la esposa que está esperando que su esposo, el funcionario de gobierno entre por la puerta y traiga algo, lo que sea, que mejore nuestra situación. Pero hoy quiero decirte que no tienes por qué mirar más a la puerta. Dios está a tu lado. Sí. Ahora mismo. No está pronto por llegar por la puerta, ¡Ya llegó! ¡Vive en ti! El es todo lo que necesitamos. ¡El es nuestro tesoro!
Dice Mateo 6:33 (NTV): “33 Busquen el reino de Dios por encima de todo lo demás y lleven una vida justa, y él les dará todo lo que necesiten.”
La necesidad la suple Dios. Nosotros lo que suplimos es nuestra confianza a ese Dios quien suple.
¿Necesitamos gozo? Dios lo da.
¿Necesitamos paz? Dios la da.
¿Necesitamos entendimiento o sabiduría? Dios la da.
¿Necesitamos alimento? Dios lo da
¿Necesitamos estabilidad emocional? Dios la da.
¿Necesitamos sanidad para nuestro cuerpo? Dios la da.
¿Necesitamos sustento? Dios lo da.
El es Fiel para suplir a nuestra necesidad, como buen Padre que es. Mira a tu alrededor, posiblemente en la situación en la que estás, ya Dios hizo provisión a tu necesidad inmediata y puede que ni cuenta te hayas dado.
Puede que hoy no le veas, pero créelo, Dios sigue siendo fiel.
Artículos de Interés: