Siempre que atravesamos momentos difíciles de “mal natural”, nos llenamos de incertidumbre y puede que hasta nuestra fe sea movida. Si esto no pasa, puede que los comentarios de alguien, que pregunta: “¿Por qué, si Dios es perfectamente bueno, permite que el Coronavirus suceda?” sea el catalizador a la duda en nuestro corazón.
Así que sea ante la duda propia, o ante las preguntas externas que nos llegan, es importante que podamos ver qué dice nuestra cosmovisión Cristiana al respecto.
En filosofía, esto se llama “el problema del mal natural”. El mal natural se refiere a los sucesos naturales de la naturaleza (valga la redundancia), que no tienen ninguna intención malvada. No hay intención malvada, pues estamos hablando de seres no volicionales. La atmósfera, por ejemplo, no tiene la capacidad de decidir enviar un tornado. Al ser, sin intención, podemos incluir los Tsunamis, terremotos, huracanes, ataques de animales salvajes y… las pandemias. La aparente contradicción, es que la Biblia afirma lo siguiente:
- Dios es bueno
- La Naturaleza obedece a Dios
Y aún así, experimentamos estos sucesos. Entonces, ¿Qué debemos concluir?
Hay dos maneras de contestar este dilema:
- De manera racional
- De manera emocional
La primera, puede que nos provea una respuesta que satisfaga nuestro intelecto, mientras que en la segunda, una respuesta racional no será adecuada, pues lo estamos experimentando en carne propia y lo que anhelamos es ser librados del sufrimiento.
Significa que en medio de esta pandemia, de lo que necesitamos estar apercibidos es de la necesidad de consuelo que tienen las personas. Ponemos en efecto Romanos 12:15:
«Alégrense con los que están alegres y lloren con los que lloran.»
Es momento de acompañar, aunque desde nuestras casas, a aquellos que sufren y están desconcertados por los sucesos. Caminamos junto a ellos para que puedan experimentar el amor de Jesús. Deseamos que sepan que Cristo les ama, por lo que “encarnamos a Jesús” con nuestras palabras, nuestros consejos y nuestro amor.
Esa es la única manera que podremos “contestar” la parte emocional del problema del mal. Una respuesta racional aquí no será apreciada.
Pero, ¿Qué hacemos con la parte racional?
En el 2018, la microbióloga Anjeanette Roberts, fue entrevistada por la revista Christianity Today, sobre “Cómo los viruses no son prueba contra la benevolencia de Dios.”1 y dijo algo que quisiera compartirles:
«Las bacterias son maestras de la reproducción. Algunas bacterias pueden duplicar su población en 20 minutos. Es absolutamente alucinante cuando se considera qué tan bien las bacterias pueden reproducirse, adaptarse y sobrevivir. No es una exageración decir que si no hubiesen virus que controlen las poblaciones de bacterias, entonces no habría recursos ambientales ni espacio ecológico para que otros tipos de organismos vivan en la Tierra. Seríamos una bola gigante de organismos unicelulares, principalmente bacterias. Pero tenemos estos virus, y los virus que infectan a las bacterias superan en número a las bacterias en el bioma de la Tierra en un factor de aproximadamente 10 a 15, por lo que la población bacteriana se mantiene bajo control.»
Me encanta esta cita. La microbióloga expresa, que la Tierra tiene un diseño exquisito. Hay orden y balance. La naturaleza constantemente se balancea a ella misma, según el propósito que fue puesto en cada detalle minucioso de su existencia.
- Las placas tectónicas tienen que moverse, o el planeta sufre.
- Los huracanes tienen que pasar para balancear el calentamiento global.
- Los virus son necesarios para controlar la población de bacterias.
Entonces el “mal natural” viene siendo cualidades de la naturaleza para mantenerse funcionando en balance.
¿Había muerte en el Edén?
Desde nuestro punto de vista, al experimentar muertes o daños a nosotros, seres queridos o nuestra especie, vemos el mal. Porque a última instancia, cuando pensamos en “muerte” vemos pecado. Después de todo, la Biblia afirma que “la paga del pecado es muerte (Rom. 6:23)”. Y quizás sea bueno preguntarnos sin en Edén, antes de la caída, había muerte.
Mientras estudiaba con mi hijo, hace algún tiempo atrás, hablábamos sobre los descomponedores. Inadvertidamente, la maestra de Ciencias de mi hijo confrontaba mi teología, pues indicaba que estos seres que se alimentan de la muerte natural de árboles y animales, son muy necesarios para el balance de la naturaleza. Son seres que se alimentan de la muerte. Me pregunté lo siguiente: ¿habrán surgido después de la caída o había muerte ya en el Edén, para que los descomponedores pudiesen vivir?
Vayamos a Génesis 3:23-24 (énfasis añadido):
«23 Así que el Señor Dios los expulsó del jardín de Edén y envió a Adán a cultivar la tierra de la cual él había sido formado. 24 Después de expulsarlos, el Señor Dios puso querubines poderosos al oriente del jardín de Edén; y colocó una espada de fuego ardiente —que destellaba al moverse de un lado a otro— a fin de custodiar el camino hacia el árbol de la vida.«
Si entiendo esto correctamente, veo que mientras estaban en Edén, los humanos no morirían, pues podrían comer del fruto de ese árbol. Significa que la muerte siempre fue algo natural, pero Dios mantendría con vida a sus Hijos, por su gracia. Era un regalo. Para eso estaba allí el Árbol de la Vida. Por eso es que volvemos a ver el árbol de la vida en la nueva Tierra y el nuevo Cielo:
Apocalipsis 22:1-3 (NTV)
«1 Luego el ángel me mostró un río con el agua de la vida, era transparente como el cristal y fluía del trono de Dios y del Cordero. 2 Fluía por el centro de la calle principal. A cada lado del río crecía el árbol de la vida, el cual produce doce cosechas de fruto, y una cosecha nueva cada mes. Las hojas se usaban como medicina para sanar a las naciones. 3 Ya no habrá más maldición sobre ninguna cosa, porque allí estará el trono de Dios y del Cordero, y sus siervos lo adorarán.»
Así que la muerte es natural. Reaccionamos adversamente cuando nos toca de cerca, porque en nuestro corazón está escrito la eternidad junto a Dios. Ese es nuestro propósito. Para eso Dios nos creó. ¡Nos sostendría (y nos sostendrá) para siempre!
Pero bueno, ¿Qué podemos decir ante este tiempo que estamos viviendo?2
- Dios usa el mal natural, para enfocarnos en su eternidad:
Una posible razón es que desde el punto de vista de Dios, la vida no acaba aquí. Es muy fácil distraernos por nuestros deseos o necesidades del momento. Pero si la eternidad es real, Dios puede permitir el mal y el sufrimiento para movernos a pensar sobre la eternidad. Puede permitir el sufrimiento en esta vida temporera para que nos enfoquemos en lo que nunca se acaba. - Jesús entiende nuestro sufrimiento:
Sólo en la fe Cristiana, tenemos un Dios que realmente experimenta el sufrimiento. Por ejemplo, sabemos que Jesús sufrió de hambre (Mt 4: 2) y de estrés (Mt 26:36-46). En Hebreos, dice: “Nuestro Sumo Sacerdote comprende nuestras debilidades, porque enfrentó todas y cada una de las pruebas que enfrentamos nosotros, sin embargo, él nunca pecó.” (Heb 4:15).
Dios no nos abandona en nuestro sufrimiento. Él entró al sufrimiento por deseo propio. Lo entiende y se compadece de nosotros. ¿Dónde está Dios cuando nosotros sufrimos? Está junto a nosotros, sufriendo con nosotros. - Jesús conquistó el Mundo:
La enfermedad, el mal y la muerte no tienen la última palabra. Jesús la tiene. El apóstol Pablo sufrió inmensamente. Naufragó, fue golpeado, apedreado y experimentó hambre y sed profundas. Y aun así se negó a desanimarse (2 Cor. 6:4-5). ¿Por qué? Él sabía que Jesús ya había conquistado este mundo. Pablo creía en la resurrección de Jesús, y por eso se negó a llorar sin esperanza. (1 Tes. 4:13).
¿Podemos retar la adversidad?
Ya que tenemos argumentos Bíblicos sobre el mal natural, quiero entrar en un tema relacionado que muchas personas, incorrectamente practican. Su postura va algo así:
“No tengo porque temer a este virus, porque soy Hijo de Dios”
y van y se quedan afuera, exponiéndose ante el peligro de ser contagiados.
Esta postura es muy peligrosa y muestra una fe inmadura. La Biblia nos llama a obedecer las autoridades (Romanos 13: 1-5), por lo que si la autoridad médica y/o gubernamental nos dice que nos quedemos en nuestras casas, como Cristianos debemos felizmente sujetarnos y quedarnos en nuestras casas.
Lo que es más, retar la adversidad con esa postura constituye en retar a Dios:
“5 Después el diablo lo llevó a la santa ciudad, Jerusalén, al punto más alto del templo, 6 y dijo: —Si eres el Hijo de Dios, ¡tírate! Pues las Escrituras dicen: “Él ordenará a sus ángeles que te protejan. Y te sostendrán con sus manos para que ni siquiera te lastimes el pie con una piedra”. 7 Jesús le respondió: —Las Escrituras también dicen: “No pondrás a prueba al Señor tu Dios”. ~Mateo 4:5-7 (NTV)
Si hay alguien que podía retar la adversidad, era Jesús. Sin embargo el igualaba esa acción, a retar a Dios. Así que optó por no retar a su Padre. ¡Hacerlo, hubiese constituido un pecado para Cristo!
Hacemos bien en imitar a Jesús.
Este tiempo que nos ha tocado vivir, es muy oportuno para profundizar en relación con Dios. Es un momento oportuno para rastrillar las Escrituras en busca de respuestas a nuestras dudas, y crecer en el proceso. Es momento de permanecer en nuestros hogares, en comunión con Dios y con nuestra familia que viven con nosotros. No es momento de estar fuera.
Lecturas citadas:
1 Randall, Rebecca. “Why Zika, and Other Viruses, Don’t Disprove God’s Goodness.” ChristianityToday.com, Christianity Today, 14 Dec. 2018, www.christianitytoday.com/ct/2018/august-web-only/why-zika-and-other-viruses-dont-disprove-gods-goodness.html.
2 Sean McDowell. “Why Does God Allow the Coronavirus? 4 Christian Insights.” Sean McDowell, seanmcdowell.org/blog/why-does-god-allow-the-coronavirus-4-christian-insights.
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