Al igual que los adultos, los niños tienen preguntas acerca de la fe. De hecho, muchas veces los adultos tienen preguntas porque no fueron contestadas cuando eran niños. Lo que siempre debe ser de suma importancia es buscar responder a los niños cuando tienen estas preguntas.
Soy padre y he notado que según la capacidad de mis hijos y según fueron (y siguen) creciendo, sus preguntas también van siendo más profundas. Significa que según la edad, serán las preguntas. Lo que preguntan será lo que pueden manejar. Entonces la respuesta debe ser una que logre satisfacer la duda, pero no significa que hay que exponer toda la profundidad del tema. Puede que: (1) no estén listos para una respuesta completa, o (2) no interesen una respuesta larga y compleja. Con saber que tu sabes les será suficiente muchas veces, pues sabrán que es un tema que pueden hablar contigo.
Hace unos días estaba compartiendo en el patio de la casa de unos muy buenos amigos. Su sobrina Sara, de 9 años, se me acercó y me hizo una pregunta importante. Dijo: “¿Cómo sé que Dios existe?” Creo que mi emoción fue evidente en mi rostro. ¡Esta es una de las preguntas que más disfruto contestar! Aquí tenía la oportunidad de entrar en un diálogo muy importante con ella. Le señalé dos plantas diferentes que teníamos cerca y le dije algo así:
“¿Ves estas dos plantas? Sus hojas son muy diferentes una de la otra. Mira el detalle que cada una tiene. Los artistas le llamamos a eso, diseño. Estas plantas fueron diseñadas. Pero cuando tenemos ese diseño, es porque hay alguien que las diseñó. Y así pasa con todo lo que existe. Cuando lo observamos, vemos que para poder existir, necesita de alguien que le haya diseñado. Ese diseñador es Dios.”
Vi que había entendido bien y continué diciendo:
“También si alguna vez le has pedido algo a Dios y luego te lo concedió, también tienes una manera muy personal de saber que Él existe. La Biblia dice que todos sabemos que Dios existe porque vemos lo creado y nos es claro que hay un Dios que lo creó. De hecho, esa sería otra manera de saber que Dios existe: La Biblia es la manera en que Dios se hizo conocer a nosotros.”
Confieso que me vi tentado en presentarle el argumento cosmológico y el moral a favor de la existencia de Dios. Pensé en el argumento a favor de la resurrección de Jesús y todo eso, pero sabiendo su edad, pensé que debía hacerlo más tangible para ella. Me parece que funcionó. Ella se fue contenta.
Entre líneas, estaba usando el Kalam para contestarle. De la misma manera, tenía a Romanos 1:20 dándome vueltas en la cabeza, que dice:
“Pues, desde la creación del mundo, todos han visto los cielos y la tierra. Por medio de todo lo que Dios hizo, ellos pueden ver a simple vista las cualidades invisibles de Dios: su poder eterno y su naturaleza divina. Así que no tienen ninguna excusa para no conocer a Dios.”
Es cierto, no le cité directamente la Biblia, pero si estaba en el contexto de lo que le decía. Le di una de las enseñanzas que podemos sacar de ese texto.
Algunas personas descartan las preguntas de un niño, luego esos niños: (1) buscan respuestas en los lugares equivocados, o (2) ya de adultos, dudan mucho que hayan respuestas.
Aprovechemos las oportunidades que se nos presentan para invertir en los corazones de los niños. Ganemos terreno en esta área, pues sino alguien ganará terreno por nosotros y posiblemente nuestros tesoros estarían en peligro de ser confundidos y alejados. Cuando aprovechamos estas oportunidades, estamos confiando en la sabiduría de Proverbios 22:6 que dice: “Dirige a tus hijos por el camino correcto, y cuando sean mayores, no lo abandonarán.”
Cuando nuestros niños crezcan, recordarán lo que les enseñamos. Sobre todo cuando se enfrentan a ideas diferentes. Ahí podrán regresar a dialogar a mayor profundidad con nosotros pues sabrán que pueden hablar del tema con nosotros y eso es importante.