Siempre es bueno poder estudiar un libro de la Biblia completo corrido. Podemos apreciar detalles que el autor puso que unen la narrativa, vemos los temas que el autor organizó para los lectores y entendemos el énfasis del libro.
Hoy quisiera considerar una gran parte del Evangelio según Marcos. Darle una mirada más amplia para identificar un tema recurrente que nos enseña. Originalmente, este Evangelio, escrito por Juan Marcos–discípulo de Pedro, fue dirigido a los Gentiles en Roma. Esto es importante, pues no era una cultura que adoraban a Yahweh, sino que seguramente politeístas romanos o de otras nacionalidades pero igualmente tenían sus propios dioses. Al leer el evangelio vemos entonces, por qué Mateo hace tanto énfasis en la autoridad de Jesús. De hecho, es en ese tema que deseo detenerme hoy.
A todos nos gusta estar en autoridad, pero no nos gusta mucho la idea de estar bajo autoridad. Quizás es porque la visión que tenemos de autoridad está viciada, hemos tenido suficientes jefes. líderes y gobernantes, en autoridad sobre nosotros y hemos visto sus pecados. Ante esto preferimos estar nosotros mismos en autoridad. Un poco irónico, pues nosotros también somos pecadores.
Como principio, para nosotros obtener alguna autoridad, necesitamos primero estar bajo autoridad, a última instancia la de Jesús, aunque digamos que no creemos en él. Pero, ¿hemos puesto ya nuestra vida a los pies de Cristo? Después de todo, algo se acepta sólo cuando el corazón lo cree. Lo cual significa que la autoridad comienza por creer; creerle al líder que tenemos frente, que realmente tiene alguna autoridad, o en el caso de Jesús: creerle que él es la fuente de toda autoridad.
Creer en Jesús y Creerle a Jesús
No es lo mismo creer en Jesús que creerle a Jesús. Al momento en que llegamos al 3er capítulo de Marcos, ya han sucedido sanidades, enseñanzas y expulsiones de demonios. Significa que ya por algún tiempo, Jesús había demostrado su autoridad sobre enfermedades, demonios y autoridad para predicar al Reino de los Cielos. No solo eso, sino que después de Marcos 1: 30, cuando Cristo sana a la suegra de Pedro, el texto nos dice que comenzaron a llegar multitudes a ser sanadas por Jesús. Significa que ya su fama estaba creciendo. Es natural pensar que esa fama llegó a oídos de la familia de Jesús antes de los eventos de Marcos 3: 20-21, donde dice:
“20 Cierta vez, Jesús entró en una casa y las multitudes empezaron a juntarse nuevamente. Pronto ni él ni sus discípulos encontraron un momento para comer. 21 Cuando sus familiares oyeron lo que sucedía, intentaron llevárselo. «Está fuera de sí», decían.” Marcos 3:20-21 NTV
La familia de Jesús creía en él, entiéndase, sabían que él era real. Incluso debían tener conocimiento de su nacimiento especial y de la vez que se perdió y estaba hablando con los doctores de la ley en el templo quienes se maravillaban de su inteligencia y conocimiento (Lucas 2:41-51). Pero aún así no le creían a Jesús, en el contenido de su mensaje–que él es Dios y sólo él salva. ¡Por eso pensaban que estaba fuera de sus capacidades racionales!
De nada les servía creer en su hermano si no le creían a su hermano.
Similarmente nos puede pasar a nosotros hoy. Es chévere saber de Jesús. Que existió y que hizo muchas cosas tremendas… pero ¿le creemos a él y su mensaje?
- ¿Le creemos cuando nos dice que somos pecadores y que no tenemos escapatoria de nuestra condenación fuera de él?
- ¿Le creemos cuando sugiere que dejemos nuestra manera egoísta de vivir, morir a nosotros mismos y seguirle?
El Espíritu Santo es quien nos revela a Cristo para que podamos apreciarle como el tesoro que es. Si esto no sucede, podremos verle como un maestro sabio con buenas enseñanzas morales, pero nunca le pondremos como Señor de nuestras vidas. No le creeremos a él.
Necesito pedirle constantemente a Dios que me revele a Cristo y sabiendo lo que él ya ha hecho por mi, comencemos a creerle a él. Nuestra vida depende de esto.
No es suficiente creer en Jesús, necesitamos también creerle a Jesús.
Jesús tiene toda autoridad
En Marcos, capítulo 11, Jesús hace su entrada triunfal a Jerusalén. Al día siguiente voltea las mesas de los cambistas y los echa fuera del Templo. En la siguiente ocasión en que vieron a Jesús pasa lo que trae el texto en Marcos 11:27-28:
“27 Llegaron de nuevo a Jerusalén; y cuando Jesús andaba por el templo, se le acercaron los principales sacerdotes, los escribas y los ancianos, 28 y le dijeron: ¿Con qué autoridad haces estas cosas, o quién te dio la autoridad para hacer esto?” ~Marcos 11:27-28 LBLA
Esto es una falsa pregunta, que le hacen a Jesús aquí. Los líderes religiosos no estaban interesados en que Jesús le dijera quién le dio la autoridad o con qué autoridad hacía lo que hacía. Realmente le afirmaban: ¿Quién te crees que eres? Ese es el tipo de preguntas que uno no contesta, sino que responde con otra pregunta para aclarar la intención: ¿A qué te refieres con eso? Jesús lo hizo, sólo que un poco diferente, pero obtuvo como quiera la intención del corazón. Les hizo otra pregunta: (v.30) El bautismo de Juan, ¿era del cielo o de los hombres? No pudieron contestar pues no estaban siendo honestos. La pregunta que le habían hecho a Jesús no era para realmente saber, sino que querían acusarle y arrestarle. Su intención no era la correcta.
Ellos pensaban que la autoridad religiosa le pertenecía a ellos, y sabían que Jesús no había sido educado con ellos, aunque veían que enseñaba y obraba con autoridad. Allí estaba Dios delante de ellos y ellos básicamente le estaban diciendo ¿Quién te crees que eres? La ignorancia es atrevida.
Su sistema de gobernanza religiosa estaba impregnado de pecaminosidad. Ellos quizás no lo veían, pero así era. Se puede ver en el hecho de que pensaban más de ellos de lo que debían pensar. Su altivez y arrogancia les cegaba de lo que tenían frente a ellos. Imagínate, ¡pensaban que la autoridad religiosa eran ellos! Por eso, Jesús les responde con la Parábola de los agricultores malvados.
La Biblia afirma que Jesús es Dios. Entonces, la autoridad que Jesús posee es absoluta y soberana. Eso es precisamente lo que Jesús les decía a los líderes religiosos en la Parábola de los agricultores malvados:
- Dios les confió un trabajo
- Dios envió sus profetas para que rindieran cuentas con ellos – los mataron
- Dios envió a su Hijo (que tiene la misma autoridad que el Padre) y lo van a matar
- ¡Ay de ustedes que no reconocen la autoridad de Dios!
Pienso que Pablo les hubiese dicho a las figuras religiosas, lo que escribió en Romanos 9: 20a: “¿Quién eres tú, simple ser humano, para discutir con Dios?”
El problema no son las preguntas que le hacemos a Dios, sino la intención con las que las traemos. Pueden ser intenciones sanas, pero hay intenciones pecaminosas que no obtendrán respuesta de parte de Dios.
Un buen ejemplo de esto es Zacarías y María (Lucas 1). Ambos hicieron preguntas al ángel Gabriel, pero la intención de Zacarías provocó la ira de Dios y se quedó mudo, mientras que María recibió respuestas.
A los líderes religiosos les hubiese ido mejor si hubiesen aceptado que Dios es verdaderamente soberano y podía enviar a alguien que no fuese parte de su élite religiosa para obrar en Su nombre. Uno esperaría que los judíos, que tenían un historial con las hazañas maravillosas de Yahweh por medio de personas menospreciadas o que aparentaban ser de menor categoría entendiera rápidamente (David era pastor e incluso su Padre no pensaba que podía ser escogido por Dios, Gedeón era un idólatra de un clan pequeño, Samuel era hijo de una madre humilde que lo entregó al templo, Ester era una muchacha común que llegó a ser reina para salvar a los hebreos).
Leemos lo que hacían estos religiosos, cruzamos los brazos y meneamos la cabeza en desaprobación, ¡pero es que nosotros también hacemos lo mismo!
¿Cuántas veces dudamos de la dirección que Dios está dando para nuestra vida?
Lo leemos en su Palabra, nos lo dicen el martes en la reunión de grupos pequeños (célula) y el domingo en el culto, en consejería el pastor lo repite y aún así hacemos una cosa diferente porque entendemos que sabemos mejor que eso…
Necesito verificar contínuamente, ¿Qué autoridad está sobre mi vida?
Jesús supo someterse a autoridad
Esto sí que es otra cosa. En Marcos 14: 28, luego de que Jesús identifica a su traidor, cenara con sus discípulos y le informara a Pedro que le negaría, Jesús dice lo siguiente: “Pero después de que yo haya resucitado, iré delante de vosotros a Galilea.”
En esa aseveración, Jesús está dejando saber que él sabe que morirá y que resucitará. Lo dice justo después que comunica que todos sus discípulos le abandonarían. Así que la autoridad que Jesús demostró antes para cambiar el rumbo de la vida a cojos, leprosos, ciegos, paralíticos, muertos y endemoniados, está aquí presente para decidir no hacer nada relacionado a su pasión, muerte y resurrección. Sin embargo el portador de toda autoridad se sometió al plan del Padre para hacernos hermanos adoptados, por medio de su sujeción en silencio (Juan 1:12).
Su conocimiento absoluto le permite ver dentro de las mentes de sus amigos y saber lo que cada uno va a hacer y pensar cuando vengan a arrestarle, cuando esté colgado en la cruz… y lo que Dios, en la persona de Jesús hace es perdonarlos de antemano.
Entonces Jesús estuvo en autoridad y la manejó con excelencia, pero cuando le tocó someterse, también lo hizo perfectamente. Estuvo dispuesto a entregarse por nosotros.
Él conoce nuestras vidas de antemano. Cada falla ha estado clara para él, desde antes de crearnos.
Independientemente de nosotros, nos llamó a salvación. Independientemente de nuestro trasfondo, decidió ser nuestro amigo. De todos modos, él persiste y nos llama, sin darse por vencido. Como si fuésemos aptos, nos da la encomienda de brillar su luz al mundo por que él nos da su aptitud. Así de bueno es Jesús. Teniendo toda autoridad, lo que ha hecho es servirnos a nosotros.
Si Jesús pudo sujetarse a la autoridad del Padre, ¿por qué no puedo yo?
Aprender a estar bajo Autoridad
¿Cómo vamos a llamarnos Cristianos y obviar el privilegio que tenemos de imitar a Jesús?
Si eres patrono, empleado, estudiante, esposo/a, Padre/Madre, compañero, amigo, vecino, cliente en la fila… sea lo que sea: ¿Cómo se ve la autoridad de Jesús sobre nuestra vida?
¿Nos comportamos como la familia de Jesús en Marcos 3?¿Como los líderes religiosos en Marcos 11?
Dios siempre está en autoridad sobre nosotros y también en ocasiones pone personas a nuestro cargo, bajo nuestra autoridad. Lo importante es que nosotros los cristianos tenemos el mejor ejemplo de lo que es someterse a la autoridad, incluso cuando las autoridades pensamos que son injustas y pecaminosas, como lo fueron el Sanedrín y Poncio Pilato para Jesús. Esto no detuvo a Jesús de sujetarse al Padre, quien va por encima de toda autoridad terrenal.
Jesús no sólo nos sugiere (porque no nos obliga) a someternos a su autoridad, sino que también nos enseñó cómo se hace, y cómo se hace cuando es bien difícil hacerlo (retirarse a orar – Getsemaní, Marcos 14).
Comencé diciendo que a nadie le gusta estar bajo autoridad porque hemos visto la autoridad terrenal, pero aquí va la buena noticia:
- Nuestra alma necesita someterse a Dios. Nos hace falta estar guardados bajo su autoridad.
- Es una gran paz saber que Dios está al pendiente de mi.
- Es un gran gozo entender que cuando obedezco, la tierra podrá temblar, pero el gozo de mi Señor me fortalece.
El Salmos 119:165 (NTV) dice:
“Los que aman tus enseñanzas tienen mucha paz y no tropiezan.”
El poner al Señor Jesús por encima de nosotros y de cualquier otra cosa me garantiza paz interior, a pesar del tumulto que se encuentre afuera.
Además, el Salmista sabe que aunque para el mundo parecerá que me tropiezo cuando actúo conforme a los valores del Reino de Dios, nuestros pies realmente estarán firmes. Cuando obedecemos la autoridad de Dios en nuestras vidas, hay una paz indescriptible que nos arropa, y ese es el gozo de nuestro Padre.
Yo sé, de primera mano que nuestra “falsa libertad” y autonomía nos dirá “I’ve got this” (Yo sé que hacer), pero aún cuando sepamos lo que hay que hacer, es mejor detenernos y ver si Jesús está de acuerdo, en su Palabra.
Marcos escribió a una audiencia que no tenía costumbres y tradiciones correctas. Nosotros también tenemos ese bagaje. Aunque hayamos sido criados en un país nominalmente cristiano, hemos aprendido a caminar por nuestra cuenta y orar que Dios bendiga nuestro camino. Acostumbramos decir la frase anti-bíblica: “Dios dice ayúdate que yo te ayudaré”. Pero Dios realmente espera de sus hijos, que escuchemos su dirección sabia y la apliquemos pues reconocemos que La Autoridad es de Jesús.
Qué tal si hoy le dices a Jesús:
Amado Salvador, quiero estar bajo tu autoridad.
Jesús, te llamaré Señor en toda situación.
Seré tentado a ignorarte, es la realidad,
Pero desde hoy, te rindo mi alma, mente y corazón.