
Imaginemos por un momento que un reino muy lejano fue consumido por una oscuridad absoluta. Esta ciudad era gobernada por un rey cuyo corazón era muy compasivo y apasionado con su pueblo, pero además de eso también era fiel a sus leyes y estatutos. Por otro lado, su hijo, el príncipe, tenía superpoderes. El príncipe, cuya luz interior era increíblemente radiante, tenía la capacidad de disipar las sombras donde quiera que se encontrara.
La oscuridad provocó que los ciudadanos enfermaran, que algunos murieran, y que en consecuencia a su desesperación comenzaran a violentar las leyes del reino revelándose contra el rey al intentar reemplazarlo. En fin, el reino estaba en caos. No quedó ni una sola persona que no hubiera cometido alta traición contra la corona por lo que la paga del pueblo lo era la muerte.
El rey los amaba tanto que decidió que una persona podría ocupar el lugar para la pena de muerte de toda una nación. Sin embargo, el problema de la oscuridad no se resolvía solo así. Así que, con un dolor inimaginable, decidió que el sacrificio de su hijo era la única manera en que ambas situaciones podían ser satisfechas, ya que con la muerte del príncipe toda su luz podría ser esparcida para contrarrestar la oscuridad que consumía la ciudad . Entonces el príncipe, por amor al reino de su padre, aceptó su papel con valentía y se entregó en lugar del pueblo para traer la luz de vuelta a casa.
… pero, ¿cómo adaptamos esta historia a nuestra pregunta?
La muerte de Jesús en la cruz es un acto de sacrificio y redención
Jesús murió voluntariamente para pagar el precio del pecado y permitir la reconciliación entre la humanidad y Dios. Debido a la justicia de Dios, el pecado no puede quedar sin castigo. Sin embargo, en lugar de que la humanidad soporte la pena, Jesús, quien es Dios, no posee pecado. Pudo asumir esa carga y sufrió la muerte en lugar de nosotros. Este acto de amor y gracia divina permitió que aquellos que creen en él reciban el perdón y la promesa de vida eterna. (Romanos 3: 24-26, Juan 3:16, Efesios 1: 6-7).
El pecado no puede quedar sin castigo
El pecado es una transgresión contra la ley y la santidad de Dios, y como tal, demanda una respuesta justa. La justicia de Dios es perfecta y, por lo tanto, cualquier violación de sus leyes no puede ser ignorada así nada más (Levítico 5:17, Romanos 2:12).
El pecado es una condición inherente a la humanidad desde la desobediencia de Adán y Eva en el jardín del Edén (1 Corintios 15: 21-22). Esta condición de pecado afecta a todos los seres humanos y lleva consigo consecuencias (Proverbios 3: 11-12, Hebreos 12:11). La justicia de Dios requiere que el pecado sea castigado para restaurar el orden moral del universo que Él estableció desde el principio.
Sin embargo, Dios es amoroso y misericordioso, y ofrece redención y perdón a través del sacrificio de su hijo Jesús. Este acto asume el castigo que merecemos como pecadores, permitiendo así que Dios sea justo al castigar el pecado y, al mismo tiempo, justificador de aquellos que tienen fe en Jesús (1 Juan 2: 1-2).
Amor + Justicia = Perdón
La relación entre el amor de Dios, la justicia y el perdón es central en la teología cristiana y se puede entender de la siguiente manera:
El amor de Dios es la base de Su deseo de estar en relación con la humanidad. No es un amor pasivo, sino activo y sacrificado.
La justicia de Dios es su compromiso inquebrantable con lo que es bueno y correcto. En la justicia divina, el pecado – el cual se opone a la naturaleza y la ley de Dios – requiere rectificación o castigo.
El perdón es la acción de Dios que elimina la barrera del pecado entre Él y los seres humanos. A través del perdón, Dios restaura la relación con aquellos que se arrepienten y creen en Jesús, sin comprometer su justicia. Esto se logra porque Jesús lleva sobre sí el castigo que el pecado merece, permitiendo así que Dios perdone sin negar su justicia.
En resumen, el amor de Dios motiva el acto del perdón, la justicia de Dios asegura que el pecado sea adecuadamente tratado, y el perdón de Dios hace posible la reconciliación sin contradecir la justicia. La cruz es donde estos tres se encuentran de manera más evidente: el amor de Dios se demuestra en el sacrificio de Jesús, la justicia de Dios se satisface en el castigo del pecado, y el perdón de Dios se ofrece a la humanidad.
¿Por qué tenía que ser Jesús?
Entre los libros de Éxodo, Levíticos, Números y Deuteronomio podemos ver el proceso de Dios para entregar las leyes a Moisés por las cuales el pueblo de Israel se regiría. Entre estas leyes se estipulaba que se realizaran sacrificios de acuerdo a ciertas directrices. Estos sacrificios consistían en derramar la sangre de un animal sin defecto para el perdón de los pecados. Estos sacrificios también servían como una representación anticipada del sacrificio perfecto y completo de Jesucristo.
Imagina la clase de sacrificio necesario para perdonar los pecados de toda la humanidad y de futuras generaciones. Se necesitaba un sacrificio mucho más grande e infinitamente perfecto para poder limpiar a cabalidad la maldad humana. ¿Quién es el único grande e infinitamente perfecto que podía hacerlo? Ningún ser humano u animal cumplía con tales requisitos.
Dios es el único infinitamente perfecto que existe. Por tal razón, sólo Él mismo podía cumplir con todos los requisitos que debe tener “la perfecta ofrenda” para redimir todos los pecados del mundo y los por venir. Así que, Dios no consideró quien Él es como algo a lo cual aferrarse sino que en cambio renunció a sus propios privilegios, adoptó nuestra posición al nacer como un ser humano para luego humillarse a sí mismo en Su propia obediencia (su justicia) y murió la peor muerte, en la cruz. (Filipenses 2: 6-11).
Sólo alguien sin pecado y sin mancha podía lograr ese cometido y ese era Jesús, Dios mismo.
… entonces, ¿cómo termina nuestra historia?
La oscuridad parecía haber ganado cuando el príncipe fue consumido por ella. Sin embargo, en el momento más oscuro, ocurrió un milagro. El príncipe resurgió, no sólo vivo sino transformado, portando una luz aún más poderosa. La historia del príncipe se convirtió en un recordatorio eterno de que el amor triunfa sobre la muerte. Cada persona en el reino encontraría vida nueva, una que estaba llena de luz y libre de las cadenas de la oscuridad. Sólo por medio de lo que logró el gran príncipe de luz.
Recursos:
1. Begg, Aistair, ¿La muerte de Cristo significa que todos nuestros pecados pueden ser perdonados? (The Gospel Coalition, 25 de mayo de 2020) https://www.coalicionporelevangelio.org/articulo/la-muerte-de-cristo-significa-que-todos-nuestros-pecados-pueden-ser-perdonados/
2. Dever, Mark, ¿Por qué era necesario que Cristo, el Redentor, muriera?
(The Gospel Coalition, 18 de mayo de 2020) https://www.coalicionporelevangelio.org/articulo/por-que-era-necesario-que-cristo-el-redentor-muriera/
3. ¿Por qué Dios requería de sacrificios de animales en el Antiguo Testamento? (Got Questions, 2021) https://www.gotquestions.org/Espanol/sacrificios-animales.html



