Hace unas semanas, mientras saludaba a los hermanos en la iglesia me detuvo un niño de 8 años junto a su mamá pues tenía una pregunta. La mamá puso en palabras lo que el niño quería saber: “¿Cómo sé que el Dios de la Biblia es el correcto?”
Luego de recoger mi quijada, la cual se fue al suelo ante la pregunta del niño, y retomar mi compostura, felicité al muchacho por estar pensando profundamente en lo que le están enseñando sobre Dios y la Biblia.
Pienso que esto es una interrogante que muchas veces tenemos todos, sin importar la edad. Es una pregunta cuya respuesta requiere de varios elementos y desempacar cada uno para obtener un resultado, así que voy a ofrecer una ilustración para contestar.
Cuando conocí a mi esposa, fue gracias al jefe que ella tenía en el hotel donde trabajábamos ambos. El nos presentó para que comenzáramos a conocernos. Antes de que nos presentara, yo sólo miraba de lejos a la muchacha que me hacía flotar sobre el piso. A la vez que empezamos a dialogar, nos fuimos conociendo poco a poco.
Si el jefe no nos hubiese presentado y sólo me hubiese hablado de ella, yo lo máximo que hubiese podido hacer era saber de Noemí (quien hoy es mi esposa), pero jamás conocerla, a menos que hubiese conseguido la valentía de presentarme yo mismo. Fue sólo a través de lo que yo le decía a ella de mí, que me logró conocer poco a poco y yo a ella, según lo que me compartió de ella.
Si llevamos esta misma lógica a términos sobrenaturales y analizamos cómo conocemos a Dios, el mismo principio se repite.
Si recordamos el Argumento a favor de la existencia de Dios que llamamos Kalam, la conclusión de que Dios existe es en base a lo que creó. O sea, si la creación es material, por ejemplo, entonces su creador no puede serlo porque no había materia antes de que creara. Significa que Dios es inmaterial. Un Dios inmaterial se escapa de lo perceptible por nuestros sentidos. Por lo tanto, para el ser humano es absolutamente imposible conocer a Dios sólo con reflexionar en lo creado. Podríamos concluir que hay una necesidad de un Dios pues si hay diseño, hay un diseñador, pero como no forma parte de lo que alcanzamos por los sentidos, no podríamos conocerle.
Significa que la única manera en que podemos conocer a Dios es si él mismo se nos revela. Si Dios nos dice quién él es de una manera en que nosotros sí podamos acceder, entonces gozamos de esa oportunidad. Pero la iniciativa tiene que ser completamente de Dios.
Inicialmente Dios se reveló a nosotros en las Escrituras. Para el pueblo de Israel, lo que conocemos como el Antiguo Testamento (o La Ley) era la evidencia rotunda de que Dios existe y se quería relacionar con ellos. En esos textos, los israelitas descubrieron el carácter de Dios y cómo Dios deseaba que se acercaran a él. Así que de la misma manera en que mi esposa Noemí me reveló su persona por medio de sus palabras, Dios se reveló a su pueblo por medio de las suyas.
Pero la historia no termina ahí. Cuando Jesús nació, el Evangelio de Juan nos dice:
Juan 1:14 (NTV) 14 Entonces la Palabra se hizo hombre y vino a vivir entre nosotros. Estaba lleno de amor inagotable y fidelidad. Y hemos visto su gloria, la gloria del único Hijo del Padre.
Resulta que la Palabra de Dios, la única manera de conocer a Dios, no era como nuestras propias palabras. Cuando hablamos, nuestras palabras salen de nuestra boca y el viento carga la onda sonora hasta los oídos de otro que nos escucha. Pero la Palabra de Dios es una persona en sí mismo: Jesús. Entonces Cristo mismo nos dejó dicho quién era él. Nos reveló la identidad del único Dios existente quien nos creó.
Por lo tanto, la respuesta a mi amigo de 8 años es que sabemos que el Dios de la Biblia es el correcto porque la Biblia nos lo revela.
Pero este amigo mío, aunque corto en edad, es grande en reflexión y me añadió otra pregunta:
¿Por qué es el Dios nuestro y no el de otra de las religiones?
Recogí nuevamente mi quijada del piso. Contestar en un podcast o un artículo en internet es más sencillo porque se puede leer varias veces o darle para atrás y repetirlo, si es en audio o vídeo. Pero aquí tenía un niño frente a mí que esperaba por una respuesta, en ese momento.
Sabemos que es el Dios de la Biblia y no del Corán, por ejemplo, porque tenemos vasta evidencia a favor de la Biblia y su credibilidad, mientras que las otras religiones, como el Islam no cuentan con tan inmenso apoyo evidencial por sus escrituras sagradas.
Por nombrar el más importante, el relato de la muerte y resurrección de Jesús es un relato histórico con evidencias arqueológicas y testimonios fidedignos de personas que vivieron los sucesos y los dejaron por escrito. Tenemos buenas razones para afirmar la Biblia y sus enseñanzas, mientras que el Corán, por ejemplo, ciertamente tiene relatos históricos, pero el Dios que presenta no es un Dios absolutamente perfecto. Alá odia a sus enemigos, por ejemplo y manda a Mahoma a obligar a otros a creer, a veces por medio de la fuerza. El valor moral del amor es máximo si no depende de nada, pero si Alá ama sólo si la persona le sirve, entonces no es el ser más maravilloso posible. No ama a sus enemigos y eso lo descarta como posible candidato al verdadero Dios.
Por otro lado, el Dios de la Biblia sí es perfecto. El amor por los enemigos es mostrado en la cruz de Jesús. El hecho de la muerte y resurrección de Jesús afirma que ese es el verdadero Dios, pues así lo dijo Jesús.
Dios no lo hubiese resucitado si Jesús estuviese mintiendo. La resurrección de Jesús apunta a la veracidad del Cristianismo y de la Biblia. Por lo tanto el Dios de la Biblia es el único Dios que existe.
Hace tiempo publicamos un artículo con las evidencias a favor de la resurrección de Jesús por si es momento de re-visitarlas.
Más o menos eso fue lo que le contesté a mi amigo aquel domingo. Pero confieso que me fui frustrado pues se requiere un ejercicio mental más arduo para explicar la respuesta a su pregunta y no estoy seguro si a su edad, entendió todo lo que dije.
Por eso hoy estamos publicando este episodio, con la esperanza de que mi amigo pueda escucharlo o leerlo y pueda comprenderlo si es que fallé en mi primer intento.
Pero también, reconociendo que es una pregunta común que los adultos también nos hacemos. Este episodio puede que haya contestado tus propias preguntas o las de alguien que habló contigo una vez o que mañana mismo te dirá lo que piensa. Al menos esa es mi petición a Dios hoy.



