¿Es Dios una muleta psicológica para los que creen en Él?

Creo que todos estamos familiarizados con el reto común a los Cristianos que dice que Dios no es más que una idea inventada – una ilusión infantil, una patética separación de la realidad – que nos «ayuda» a sobrellevar los momentos difíciles y las crueldades de la vida. En vez de que Dios haya creado al ser humano a Su imagen, los retadores al Cristianismo dicen que los humanos crearon a Dios a su imagen. El filósofo ateo Peter Railton se refiere a «los dioses a quienes nosotros les hemo dado vida.»

En el libro «La Esencia del Cristianimo,» el autor Ludwig Feuerbach afirma:

«La religión es el sueño de la mente humana.»

Esta noción inspiró a Karl Marx a llamar a la religión «el suspiro de la criatura oprimida» y – más famosamente – «el opio de las masas.»

El psicoanalista Sigmund Freud siguió la línea de pensamiento de Feuerbach, conectando el impulso religioso de la humanidad con los deseos del subconciente. Dios – según Freud – es el producto de «ilusiones, antiguos cumplimientos, los deseos más fuertes y urgentes de la humanidad […] el benevolente cuidado de una Providencia divina acalla los temores de los peligros de la vida.»

El poema «Invictus» por William Ernest Henley captura este espíritu de estos psicoanalistas de la religión:

«Soy el amo de mi destino, soy el capitán de mi alma.»

Según escépticos, los creyentes transfieren la responsabilidad personal a una deidad inventada en lugar de ser amos de sus destinos y capitanes de sus almas.

Entonces, ¿cuál es el problema de este argumento? Varias cosas.

• Freud reconoce que su «psicoanálisis» de la religión no tenía evidencia clínica que lo apoyara.

En el 1927, Freud le confiesa a Oskar Pfister (un psicoanalista y pastor protestante) que sus perspectivas en la proyección de la religión eran sus «opiniones personales.» (Sigmund Freud y Oskar Pfister, Psychoanalysis and Faith: The Letters of Sigmund Freud and Oskar Pfister, ed. H. Meng and E. French, trans. E. Mosbacher [New York: Basic Books, 1962], 117) Freud tenía muy poca experiencia psicoanalítica con creyentes genuinos y no publicó algún análisis de creyentes a base de evidencia clínica. (Paul C. Vitz, Faith of the Fatherless [Dallas: Spence, 1999], 8,9.)

• Este argumento comete lo que se conoce como la falacia genética.

Esto es un error de retórica que significa descartar un argumento a base de quién o de dónde salió. Sólo porque tu maestro de matemática sea necio e ignorante no sugiere que lo que te enseñó (que 2+2=4) es falso o que la contestación que dio a un problema matemático TIENE que ser incorrecta. En otras palabras, aunque TODOS los creyentes en Dios creyesen en Dios por razones irracionales o inferiores, no significa que Dios no existe; eso no es un argumento en contra de la existencia de Dios. Lo único que se podría deducir es que la creencia no está propiamente fundamentada – no que es necesariamente falsa.

• Hay que distingir entre la racionalidad de una creencia y la psicología de una creencia.

Cómo la gente llega a creer en Dios (la psicología de una creencia) es un asunto distinto al porqué hay buenas razones para creer en Dios (la racionalidad de la creencia). Podemos ofrecer buenas razones para la existencia de Dios; desde la historicidad de Jesús y su resurrección, hasta el argumento cosmológico. Para descubrir si Dios existe o no, no debemos mirar las motivaciones de las personas, sino discernir qué buenas razones tienen para creer o no.

• La «incurable naturaleza religiosa» de los seres humanos podría indicar un vacío dejado por Dios que sólo Él puede llenar.

Aquí, rompemos la muleta. Si fuimos creados para disfrutar de Dios y encontrar seguridad y refugio en una relación con Él, no nos debe sorprender que Dios mismo haya puesto este impulso religioso en nosotros, dentro de nuestros corazones (Eclesiastés 3:11). En este caso, ese anhelo es una aguja que apunta a lo trascendente. Como escribió San Agustín: «Nos has hecho para tí, o Dios, y nuestros corazones permanecen inquietos hasta que encuentran descanso en Ti.» Este anhelo resulta ser un argumento a favor del teísmo, no en contra de él.

• Una figura paterna consoladora es única a la fe Cristiana y no a otras religiones.

Las enseñanzas de Jesús mostraron a Dios como Abba (expresión Judía de cariño hacia el papá) – el Padre del creyente. No encontramos una expresión tan íntima y personal para las deidades de las demás religiones. Las religiones orientales ven a sus deidades como abstractas e impersonales. Otras ven a su deidad como vengador y temible.

• El intento de psicologizar al creyende le aplica mejor al ateo endurecido.

Interesantemente, cuando los opositores del cristianismo intentan analizar al creyente desde un punto de vista psicológico, regularmente fallan en analizar su propio rechazo de Dios. ¿Por qué los creyentes son sometidos a tanto escrutinio y no los ateos? La posición «default» (o predeterminada) no es el ateísmo ni la religiosidad, sino el escepticismo. ¿Por qué se presume que el ateísmo es la posición naturalmente racional y psicológicamente lógica mientras el teísmo es psicológicamente deficiente? El profesor de psicología de la Universidad de Nueva York, Paul Vitz, escribió precisamente sobre esto. En su libro «Faith of the Fatherless», Vitz busca en el pasado de las vidas de los más prominentes ateos y ¿qué tienen en común? Casi todas estas figuras del ateísmo no tuvieron una figura paternal positiva – a veces tenían un padre ausente. Más aún, Vitz estudia las vidas de los más prominentes teístas (Blaise Pascal, G.K Chesterton, etc) y tenían en común un padre que los amaba y cuidaba.

Debemos considerar los méritos de los argumentos a favor y en contra de la existencia de Dios sin descartar las motivaciones de la persona haciendo el argumento. Sin embargo, Vitz nos recuerda que los factores psicológicos (como buenos recuerdos de la niñez versus recuerdos dolorosos) puede dar claves sobre cómo una persona llega a creer o no; estos factores subconscientes no son irrelevantes y pueden ser obstáculos en el camino a la Fe. Pueden lograr que confiar en Dios sea una tarea difícil, ya que las personas que se supone que sean las más cercanas a nosotros han sido inmerecedoras de nuestra confianza o ya no son parte de nuestras vidas.

En estas instancias, la estabilidad y seguridad de una comunidad amorosa Cristiana puede tener un rol inmenso en restaurar la habilidad de confiar en nuestro Padre Celestial. Es por esto que Dios llama a la iglesia a ser un sólo cuerpo: porque el amor de Dios, a través de los que lo aman – sencillamente – restaura. Cuando somos un cuerpo, la Iglesia llega a su máximo potencial para cubrir y ayudar a enmendar corazones quebrados, almas sedientas y mentes cansadas.

En otras palabras, el Cristianismo restaura tu vida para que puedas caminar por ella, efectivamente eliminando la muleta psicológica.

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Traducido y adaptado del artículo original por Paul Copan

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