Seguramente has escuchado a alguien quejarse de Dios diciendo algo así: Yo oré para que Dios sanara a mi abuelita y no lo hizo, así que Dios no existe. Sabemos que muchas personas alzan peticiones a Dios que no se cumplen. Entonces algunas personas comienzan a dudar sobre la existencia de Dios.
Hay un texto bíblico que si no se entiende bien, promueve este tipo de rechazo al evangelio. Juan 14:13 NTV dice:
“Pueden pedir cualquier cosa en mi nombre, y yo la haré, para que el Hijo le dé gloria al Padre.”
Este versículo no nos está diciendo que lo que sea que pida, si digo “en el nombre de Jesús “ al final, Dios lo hará. Nuestras oraciones no son como palabras mágicas que encienden el poder de Dios. Nuestras oraciones son peticiones reales a la persona del Padre por medio del Espíritu Santo y (aquí el detalle importante) en lugar de Jesús.
O sea que cuando oramos, debemos orar como si fuese Jesús. Cuando oramos así, lo hacemos conforme a la autoridad, dirección y voluntad de Cristo. Y esas peticiones siempre se cumplirán.
Pero, fuera de la voluntad explícitamente revelada en la Palabra de Dios, no sabemos con exactitud lo que Dios desea hacer en cada situación de nuestras vidas. La Biblia nos muestra la ruta en que Dios obra su voluntad, pero en la situación específica nuestra, la Escritura nos sirve como guía. Debemos aprender a aplicarla correctamente.
Por ejemplo, no voy a encontrar direcciones específicas en las Escrituras con relación a cuál es la persona que Dios quiere que escoja para casarme (excepto que no sea en yugo desigual), tampoco dice cuál trabajo debo escoger, solo que lo haga todo para su gloria, por lo que debe ser un trabajo moralmente correcto.
Por eso cuando oro por algo que la Biblia no me indica precisamente, como por ejemplo, cuando oro para que mi mamá o mis hijos se sanen, sé que Dios es soberano, bueno y pendiente a mis oraciones, pero bíblicamente hablando no sé si Dios desea sanarlos en el aquí y ahora, o mejor recompensarlos con llevarlos con él a la gloria.
Cuando esa es la situación, debo hacer como hizo Jesús en Getsemaní: someterme a la voluntad de Dios, incluso cuando la contestación a mi petición no sea como quería yo. Así fue que oró Jesus y así es que oramos en su Nombre.
La bomba teológica de hoy es que Dios es rey soberano, por lo que actúa conforme a su voluntad siempre. Cuando nuestra voluntad es diferente a la de Dios, la voluntad que debe cambiar es la de la criatura y no la del creador. Como Dios es perfecto, su voluntad siempre será perfecta y jamás hará algo para perjudicarnos.
Por lo tanto, que Dios no conteste nuestras peticiones no es evidencia de su inexistencia, sino de su soberanía. Negar a Dios porque no cumple nuestra voluntad es actuar desde nuestro orgullo y creernos más capaces, sabios e importantes que el propio Dios. Aprendamos mejor a rendirnos ante su buena voluntad. Ahí, estaremos imitando al propio Jesús, el cual es digno de imitar siempre.



