El concepto del Dios de la Biblia es de un ser sobrenatural que es la causa no causada de todo el cosmos. Como produjo la materia y el tiempo, entonces necesariamente no puede ser un Dios material y afectado por el tiempo. El Dios de la Biblia es inmaterial e invisible, además de ser eterno. Siendo así, es imposible que Dios se haga ver por nosotros, pues no tiene un cuerpo material para mostrarse a nosotros. Teniendo esto en mente, ya sabemos que porque no veamos a Dios con nuestros sentidos, no significa que no exista. Precisamente deberíamos esperar no poder apreciarlo con los sentidos porque es un ser sobrenatural. Así que el que Dios no se haga obvio no niega su existencia.
Sin embargo, lo que Dios ha hecho debería poder mostrarnos su existencia. Si analizamos la naturaleza, vemos que hay diseño en ella. No solo por la diversidad de especies de la flora y fauna, sino en los procesos con propósito que vemos en la naturaleza, como el ciclo del agua o la rotación de los planetas. Incluso en nosotros vemos nuestros sistemas respiratorios, digestivos y demás y su precisión en mantener nuestra maquinaria orgánica ( o sea nuestros cuerpos) funcionando con la mayor eficiencia posible. Como dice el salmista: Salmos 19:1 (NTV) “1 Los cielos proclaman la gloria de Dios y el firmamento despliega la destreza de sus manos.”
La naturaleza exige la existencia de un diseñador.
Pero esta pregunta viene desde una inquietud diferente. Al decir que la existencia de Dios no es obvia, se sugiere que Dios se esconde. Si Dios se esconde, pero aún así exige una conducta moral particular, entonces podríamos argumentar que Dios es malo. Pero ¿Dios se está escondiendo de nosotros?
Si la naturaleza no es suficiente para concluir que es necesario que exista un creador, entonces podemos mirar a la historia y ver que todas las culturas que se han levantado sobre la Tierra han tenido algún tipo de creencia en dios o dioses. La necesidad de un Ser sobrenatural está en el corazón del Ser Humano. Siempre lo ha estado. Yo argüiría que es por eso que los ateos constantemente tienen que negar la existencia de Dios y hacerlo con vehemencia. Su batalla es interna, contra sus propias conciencias. Pero eso es tema para otro día.
También podríamos analizar la necesidad de tener leyes morales. Todas las civilizaciones humanas han desarrollado leyes para cumplir. Cuando las analizamos, notamos cosas en común entre ellas. Esto porque en nuestro interior sabemos cómo debemos comportarnos y sabemos que no cumplimos con estas reglas que nosotros mismos afirmamos. Si Dios no existiera, no tendríamos la necesidad existencial de la moralidad, pues todo sería capricho individual. Como dijo Antonio Cruz:
“En ausencia de Dios, imperaría la amoralidad. Ni mal, ni bien. Nada. Salvo una indiferencia ciega y despiadada. De la misma manera que, sin un punto de referencia fijo en el espacio, no hay manera de saber si algo está arriba o abajo (a la derecha o a la izquierda), la moralidad requiere también algún punto de referencia objetivo y estable. Y ese punto de referencia es Dios.”1
Por lo tanto no sólo tenemos la naturaleza y la historia de la humanidad, sino que también la moralidad que todos queremos hacer valer para el florecimiento colectivo de la humanidad.
Pero el tipo de evidencia que las personas quieren para saber que Dios existe, pienso que no es de este tipo y por eso la duda persiste. La evidencia que desean es que Dios mismo se les aparezca y les muestre su divinidad. Que no les quepa duda porque sus sentidos lo perciben. Que lo puedan tocar y conversar con él. Esta es la evidencia que las personas piden.
Otra cosa para considerar es la posibilidad de que Dios no se hace obvio para todos, en todo momento para no coartar las decisiones libres de los seres humanos. El Dios revelado en la Biblia desea una relación de amor con sus portadores de imagen (los humanos), pero una relación de este tipo, tiene que ser en libertad. Si Dios se hiciera presente de manera obvia, puede que lo queramos obedecer siempre por miedo y no por amor. Seríamos robots de Dios en vez de sus amigos y eso va en oposición a la voluntad de Dios.
La Bomba teológica de hoy es que Dios proveyó de una evidencia contundente y apreciable por los sentidos. Jesús es Dios encarnado. Tenemos relatos de testigos oculares quienes caminaron, comieron, vivieron y hablaron con él. Gente que lo vió sanar enfermos, devolverle la vista a los ciegos, caminar sobre las aguas y hasta devolver la vida a los muertos. No sólo eso, sino que al resucitar, Jesús dejó claro que lo que decía de sí mismo era cierto. Si no fuera así el Padre jamás lo hubiese levantado de los muertos. La resurrección es el respaldo del Padre a las declaraciones del Hijo.
Dios no nos ha dejado desprovisto de evidencias.
El problema es que aunque tenemos las evidencias, a muchos les cuesta. Puede que sea por arrogancia, que piden una evidencia personal para creer–como si fuesen más importantes que los demás que no la piden. Puede que sea por temor a las consecuencias de su existencia, o sea, la necesidad de repensar sus vidas y sus comportamientos. Pienso que muchas personas que cargan con la objeción de que Dios no se muestra de manera obvia a nosotros, realmente tienen posturas previas que no desean que sean desmentidas y por eso acuden a la excusa del Dios que se esconde.
Si vamos a ser honestos, debemos llegar a donde los hechos nos lleven. Hay suficientes razones para creer que Dios existe y que es el Dios del Cristianismo. Dios no se ha escondido, sino que se ha hecho presente contundentemente en nuestra historia, como para que queramos tener una relación con él.
Fuentes:
1 – Cruz, Antonio, Introducción a la Apologética Cristiana: La evidencia de Dios (Editorial CLIE, Barcelona, España 2021) p.82



