Hay dos maneras de entender esta pregunta: Si ya Cristo te perdonó y se entregó por ti, ¿para qué resistirse ante el pecado? O, ¿Si ya Cristo te salvó por gracia, por qué continuar batallando para vivir en santidad? Es una duda genuina que algunos presentan ante el tema del pecado en el contexto de la salvación por gracia
Romanos 6:1-2 nos da la contestación a ambas preguntas. Aunque quizás haya que expandir un poco el texto para que quede claro. Pongamos el texto frente a nosotros primero:
“6 Ahora bien, ¿deberíamos seguir pecando para que Dios nos muestre más y más su gracia maravillosa? 2 ¡Por supuesto que no! Nosotros hemos muerto al pecado, entonces, ¿cómo es posible que sigamos viviendo en pecado?” Romanos 6:1-2 (NTV)
Pablo le dice a la iglesia en Roma que aunque Dios nos rescató por gracia inmerecida, o sea, que nos salvó por ningún mérito nuestro, sino que por su gran amor y misericordia y con nuestro mayor beneficio en mente; eso no significa que podemos seguir viviendo en pecado. De hecho, Pablo dice que el cristiano ha muerto al pecado, haciendo eco de las palabras del propio Jesús en Juan 3 cuando hablaba con Nicodemo y mencionó que debía nacer de nuevo. Ese nuevo nacimiento deja muerto al pecador que Cristo rescató y ahora el que vive es nuevo. Si hemos nacido de nuevo, ya no tenemos las ataduras al pecado que antes nos esclavizaba, y por lo tanto no podemos seguir viviendo así. A Dios le ofende el pecado y nos rescató, poniéndonos en una relación correcta con él.
Por lo tanto las respuestas a estas dos maneras de interpretar el tema de hoy son:
- Nos resistimos al pecado porque ya morimos a él cuando Cristo nos salvó.
- Batallamos contra el pecado, porque Dios nos tuvo que rescatar de él y ahora nos dio la oportunidad de no vivir así más.
Muchas veces, los que critican el concepto de la gracia, tienen una premisa escondida en sus objeciones. Y es que consideran que el pecado no es gran cosa. Quizás consideran terribles algunos pecados, como la violación de niñas, asesinatos y venta de niños en esclavitud, pero cuando hablamos de mentiras, de rebeldía, desobediencia a los jefes en los trabajos y cosas así, no le ven la seriedad. Por lo que el problema es que tienen un concepto muy bajo de Dios y de el costo pagado por el rescate de nosotros los pecadores.
Si entendemos bien lo que conlleva la santidad de Dios y en oposición, nuestra pecaminosidad, debería asombrarnos la oferta de salvación que tenemos en Cristo Jesús. Lo que la humanidad merece es ser borrada de la faz de la Tierra, pero en misericordia, Dios resuelve nuestro problema por nosotros y nos extiende la oferta para que podamos gozar de una vida conforme a lo que él mismo intencionó desde el principio: relacionarnos con él.
La Bomba teológica de hoy es que el pecado es una transgresión contra la santidad del único Dios eterno. Es el asunto más serio que tiene el ser humano, pues sus consecuencias cósmicas nos desgarraron del propósito por el cual fuimos diseñados: gozar de una relación con Dios. Por su gracia, Dios ha hecho provisión para nosotros, nos ofrece el regalo de la salvación para entrar en una relación correcta con él. Aunque es un regalo para nosotros, a él le costó el sacrificio en la Cruz.
Por eso es que el Cristiano continúa su pelea contra el pecado, pues ahora que Dios ha hecho posible nuestra libertad del pecado, queremos asegurarnos de no regresar al estado de muerte espiritual de donde Dios nos rescató. Tenemos un gran celo por la santidad que se nos regaló y queremos guardarla y protegerla, para la gloria y honra del Señor Jesús, quien dio su vida para extendernos la más grande dádiva: su amistad.



