¿Si Dios quiere Glorificar su Nombre, es Vanaglorioso?

Episodio #197 de Verdad y Fe Podcast

Muchas veces nos incomoda ver que una y otra vez, Dios busca su gloria y exaltación en la Biblia. ¿Será que cuando Dios obra para su Gloria o por amor de su nombre está siendo vanaglorioso o narcisista? No lo creo para nada, pero ¿qué podemos decir al respecto?

Aquí cuatro ejemplos de esto:

Salmos 23:3 (LBLA)
“Él restaura mi alma; me guía por senderos de justicia por amor de su nombre.”

Isaías 48:9 (LBLA)
“Por amor a mi nombre contengo mi ira, y para mi alabanza la reprimo contigo a fin de no destruirte.”

Efesios 1:4-6 (LBLA)
“4 según nos escogió en Él antes de la fundación del mundo, para que fuéramos santos y sin mancha delante de Él. En amor 5 nos predestinó para adopción como hijos para sí mediante Jesucristo, conforme al beneplácito de su voluntad, 6 para alabanza de la gloria de su gracia que gratuitamente ha impartido sobre nosotros en el Amado.”

Mateo 5:15-16 (NTV)
15 Nadie enciende una lámpara y luego la pone debajo de una canasta. En cambio, la coloca en un lugar alto donde ilumina a todos los que están en la casa. 16 De la misma manera, dejen que sus buenas acciones brillen a la vista de todos, para que todos alaben (glorifiquen) a su Padre celestial.


Cuando leemos estos textos por primera vez o quizás por décima vez, y las otras decenas de textos similares en toda la Biblia, puede que nos de un retorcijón en el estómago. Vemos que Dios quiere exaltarse a sí mismo. De la misma manera, sabemos que cuando nosotros deseamos la exaltación, la humildad desaparece y somos identificados como vanagloriosos o narcisistas. Por eso no nos cuadra que el Dios que es amor diga estas cosas.

El Pastor John Piper comenta sobre este problema lo siguiente: «Nos están prohibidas cosas que a Dios no le están prohibidas precisamente porque nosotros no somos Dios y él sí. La razón por la que no debemos exaltar nuestra propia gloria sino la de Dios es porque él es Dios y nosotros no.»1

Dios puede hacer ciertas cosas que nosotros no podemos hacer por quién él es. Piensa un momento en lo que significa exaltar (glorificar) algo. Cuando vamos a un museo famoso como el Louvre en París, vemos las increíbles piezas de Leonardo DaVinci y exaltamos su capacidad artística. Lo mismo si nos paramos frente a una obra de Rembrandt o Vincent Van Gogh. Mientras nos secamos las lágrimas de nuestros ojos puede que digamos unas cuantas palabras de admiración porque el despliegue de talento que estamos viendo se sale de lo usual. Posiblemente está por encima de lo que nosotros mismos podemos lograr en un canvas con pintura y pinceles.

El principio detrás de la exaltación de algo, es hacer sobresalir o resaltar lo que es máximo. Un Rembrandt o un Van Gogh están a otro nivel, y merece ser resaltado. Cuando hablamos de Dios, es esperado que nosotros exaltemos a Dios por que él es lo máximo. De hecho, después de exaltar a cualquier artista, recordamos que es solo una sombra del talento artístico que despliega Dios en el cosmos y le damos gloria a él.

Este mismo principio de exaltar lo máximo le aplica a Dios. Como no hay nada ni nadie que se vaya por encima de él, al único que Dios puede exaltar es a sí mismo. Dios es el ser más maravilloso posible. No hay otro. Debemos esperar que exalte su nombre. Dios no puede exaltarnos a nosotros los humanos pues fuimos creados por él, y encima estamos sucios y dañados por nuestro pecado. Es más, si Dios nos exalta a nosotros, pecaría y eso es imposible. Dios no puede pecar.

El problema que persiste para nosotros y que nos retuerce el estómago es que podemos creer que esa exaltación es pura vanidad y que entonces Dios no nos ama realmente. Pero considera el otro lado de la moneda. Cuando Dios exalta su nombre, o nosotros le damos la gloria, esa moneda tiene otra cara. Hay una transacción cada vez que Dios se glorifica. Considera los textos que compartí al principio:

  • Cuando Dios se glorifica por la restauración de nuestra alma, como dice el Salmo 23:3, la gloria es suya pero el beneficio es nuestro: restaura nuestra alma, dándonos el placer absoluto de acercarnos a él.
  • Cuando Dios contiene su ira por amor a su nombre en Isaías 48:9, el beneficio fue de Israel (y de nosotros): no los destruyó a ellos (ni a nosotros).
  • Cuando Dios recibe la alabanza de la Gloria de su gracia en Efesios 1:4-6, el beneficio fue nuestro porque nos escogió para ser santos hijos adoptados suyos.
  • Cuando Jesús dice que deben alabar (glorificar) a su Padre celestial en Mateo 5:15-16, es porque su verdad y salvación será mostrada a la gente por medio de los seguidores de Jesús para libertad y una relación correcta y gozosa con Dios. Algo que antes del sacrificio de Cristo era imposible para la humanidad.

Esto significa que la transacción que se da es que por un lado Dios recibe la gloria y por el otro lado alguien (nosotros) salimos beneficiados por su exaltación. La gloria de Dios está íntimamente atada a su amor ágape por nosotros.

Por lo tanto, no es vanagloria lo que Dios demuestra con su Nombre glorificado, sino que presenta una evidencia especial del amor y fidelidad que tiene para con nosotros.

Esto es una verdad espiritual que a menos que tengas al Espíritu de Dios en ti, no la podrás aceptar. Pero si conoces a Dios, sabes que conocerle y tenerle cerca es el mayor privilegio, gozo y placer posible.

Si su exaltación provoca que le tengamos más cerca pues amén y amén.


1. Piper, John, Let the Nations be Glad! The Supremacy of God in Missions, Versión Kindle (Michigan, Baker Academic, 1993) 17 de 291

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About Rick Lipsett

(@ricklipsett) director y portavoz de verdadyfe.com. Ha escrito numerosos artículos relacionados a la apologética Cristiana. Sirve como pastor en la Iglesia Cristiana Catacumba 9 de Cayey, Puerto Rico. Actualmente cursa una maestría en Teología de Southern Baptist Theological Seminary (SBTS).
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