¿La iglesia manipuló intencionalmente los libros que incluyó en su canon de manera arbitraria? ¿El Concilio de Nicea inventó la Biblia?, ¿Se deben incluir los escritos antiguos que hablan de Dios o de Jesús en la Biblia?, ¿Los libros que quedaron fuera son más reveladores que los que están dentro del canon?
La iglesia siempre ha tenido una estima muy alta hacia lo que considera Escrituras. Desde sus comienzos, trataban estos documentos con gran celo y los protegían de alteraciones o de libros que se querían añadir también. Ya desde el siglo II tenemos evidencia histórica de intentos de establecer los libros que tenían la autoridad de Dios en ellos.
¿Qué pasa con los escritos adicionales que se han encontrado?
Una pregunta común con relación al canon, es por qué no se incluyen otros evangelios y libros que se han descubierto y que provienen aparentemente de los inicios del Cristianismo. Contestaré esta pregunta con dos ejemplos que muestran el porqué los evangelios adicionales que se han encontrado no están dentro de la cubierta de la Biblia:
- El Pastor de Hermas: Fue un libro muy querido y citado por parte de la Iglesia primitiva, incluyendo padres de la Iglesia, como Tertuliano. Fue escrito por Hermas, hermano de Pío I entre 140-155 d.C. No fue aceptado como parte de los libros leídos en público, pues no fue escrito bajo la autoridad de un apóstol (Nuevo Testamento) ni profeta (Antiguo Testamento). Los líderes cristianos no tenían problemas en que se leyera literatura cristiana como devocional, aunque sí hacían distinción de que no eran lecturas de compartir en público en las reuniones dominicales.
- El Evangelio de Pedro: Serapión de Antioquía, uno de los Padres de la Iglesia, inicialmente lo permitía como lectura devocional, pues él mismo no lo había leído. Sin embargo cuando lo leyó, se apresuró para identificarlo como una lectura que se debía rechazar. Parece que daba indicios de que Jesús no estuvo encarnado, sino que era un espíritu. Esto no le pareció algo que el mismo apóstol Pedro diría. Esto fue lo que escribió:
Nosotros, queridos hermanos, recibimos tanto a Pedro como a los otros apóstoles como a Cristo, pero rechazamos los escritos que les han sido falsamente atribuidos, sabiendo que los tales no nos han sido transmitidos1
Serapión no estaba de acuerdo con las fabricaciones, pero también tenía un estándar para poder juzgar el texto en cuestión. El Evangelio según Marcos venía de la autoridad del apóstol Pedro y el texto del supuesto evangelio de Pedro contradecía lo que el Evangelio presentaba.
La Iglesia ve los textos aceptados y no da espacio para algún otro texto. No es una creación de un canon, sino mostrando el consenso de la iglesia con relación a los libros que se usaban para la lectura pública. Este canon exclusivo es una colección autoritativa de libros para el entendimiento de la iglesia. Significa que no fue por Anastasio ni por Constantino que se formó el Canon.
Hay muchísimo más para estudiar y decir sobre este tema, pero por ahora pienso que esta explicación es razonable para que podamos afirmar que la redacción de las Escrituras no fue algo que surgió por la intención de alguien para establecer su propia religión o algo así, a menos que el “Alguien” del que hablamos es el propio Espíritu Santo, quien dirigió el proceso de las Escrituras de principio a fin.
Concilio de Nicea
Son tantas las veces que he escuchado a alguien decir o escribir que los libros de la Biblia fueron decididos por la Iglesia Católica en uno de los concilios que se tuvieron. Incluso otros dicen que fue Constantino o algún otro gobernante del pasado quién decidió los libros que se tendrían en las Biblias. Pero estos slogans que las personas se memorizan y repiten como mantras, no tienen sustento como para invalidar la autoridad de las Escrituras. Con tan solo preguntarles ¿cómo llegaste a esas conclusiones? me he dado cuenta que están repitiendo algo sin haberlo estudiado, pues no tienen respuesta. Pero todas esas objeciones apuntan al establecimiento del canon bíblico.
En el Concilio de Nicea lo que se atendió fue el surgimiento del Arrianismo, que establecía que Cristo era una criatura y no Dios mismo. Pero ya para este tiempo se tenía el canon establecido. De hecho, la lista más antigua que tenemos sobre cuáles son los libros del Nuevo Testamento está en el Fragmento Muratoriano, donde a finales siglo II enumera 22 de nuestros 27 libros del Nuevo Testamento. Ignorar que el canon bíblico se formó a partir de criterios de uso litúrgico, inspiración reconocida y aceptación comunitaria, no solo decisiones humanas aisladas es lo que lleva a muchos a querer usar el concilio de Nicea o cualquier otro para establecer el canon.
A veces se estima los libros que quedaron fuera del canon como si fuesen más reveladores que los que están en nuestras Biblias. Como si por estar fuera, automáticamente son mejores. Pero no todo escrito religioso es inspirado ni auténtico, como vimos ya con el Pastor de Hermas y el Evangelio de Pedro, muchas veces lo que encontramos son contradicciones en ellos. Dios no puede contradecirse.
Distintos cánones
Otra cosa que puede traer confusión es que dentro del Cristianismo, diferentes denominaciones cuentan con cantidades diferentes de libros en sus Biblias, diferentes cánones. Por ejemplo la Biblia Católica contiene 73 libros, mientras que una Biblia Protestante/Evangélica tiene 66 libros. La razón de esto, es que la Iglesia Católica decidió en el año 393 dC (Concilio de Hipona) que incluiría los libros deuterocanónicos como parte de su canon. Estos libros son históricos del pueblo judío entre el A.T. y el N.T. pero no deben ser tomados como libros doctrinales. Por eso la Biblia protestante no los incluye.
La Bomba teológica de hoy es que la Biblia contiene los libros que debe contener. El canon bíblico no fue algo decidido al azar, sino que orgánicamente fue aceptado como autoritativo por la Iglesia emergente y de ahí, llega hasta nosotros hoy día.
Los libros que no están en la Biblia no deben estar en la Biblia. Podemos estudiarlos si deseamos, pero por miles de años, hemos estado convencidos que Dios no fue quien los inspiró. Seamos humildes en guardarnos de considerar que concluimos correctamente cuando nos oponemos a todo lo establecido. Podemos cuestionar, pero con la intención de estudiar a profundidad. No debemos de regir nuestros discursos con slogans que no podemos defender.
1- Maier, Paul L. Eusebio Historia de la Iglesia (Michigan, Editorial Portavoz, 1999) 215-216



